«וַיְהִ֣י ׀ בַּיָּמִ֣ים הָהֵ֗ם וַיִּגְדַּ֤ל מֹשֶׁה֙ וַיֵּצֵ֣א אֶל־אֶחָ֔יו וַיַּ֖רְא בְּסִבְלֹתָ֑ם וַיַּרְא֙ אִ֣ישׁ מִצְרִ֔י מַכֶּ֥ה אִישׁ־עִבְרִ֖י מֵֽאֶחָֽיו:
Aconteció cierto día, cuando Moshé había crecido, que fue a sus hermanos y les vio en sus duras tareas. Entonces vio a un hombre egipcio que golpeaba a un hombre hebreo, de sus hermanos.»
(Shemot/Éxodo 2:11)
Los israelitas eran esclavos hacía décadas. Estaban sometidos a todo tipo de abusos y vilipendios, sin que ninguna voz se escuchara en su defensa. Las atrevidas órdenes del faraón castigaban sin cesar a nuestro pueblo.
En las delicias del palacio se había criado un hijo de israelitas, quien fuera adoptado por la princesa faraónica. Este niño afortunado fue llamado Moshé al momento de su adopción, nombre con el cual se lo sigue recordando treinta y tres siglos más tarde.
Según el Midrash ya habían transcurrido alrededor de cuarenta años cuando este nieto real “vio las duras tareas” de quienes eran sus hermanos de sangre.
¡Cuarenta años para ver lo que era públicamente testimoniado a cada instante!
¿Cómo es esto posible?
Intentaremos brindar tres posibles respuestas.
La primera.
Notemos los verbos: “fue a sus hermanos y les vio en sus duras tareas”.
Es decir, primero tuvo que ir hasta donde se encontraban los hebreos martirizados.
Por tanto, es probable que durante esos cuarenta años no tuvo nunca Moshé la oportunidad de recorrer los lugares en los que habitaban los pobres israelitas, en los sitios del trabajo inmisericorde que se les obligaba a realizar.
Esto es, ni en el palacio, ni en su entorno, ni en los lugares que había frecuentado Moshé había hebreos a los que pudiera ver y entonces tomar conciencia de las amarguras por las que estaban pasando.
Tengamos en cuenta que no había periodismo, ni redes sociales, tampoco medios de comunicación modernos. Por lo cual, los temas de conversación en el medio de Moshé difícilmente se toparan con los lejanos hebreos. Siendo así, es comprensible que no pudiera ver el sufrimiento que sobrellevaban.
Pero, esta respuesta choca con un midrash (Kohelet Raba 9) que dice que faraón puso a Moshé a cargo de la casa real, por tanto estaría al tanto de lo que pasaba también con aquellos hebreos. Entonces, veamos que nos aporta a la comprensión la siguiente respuesta.
La segunda.
El versículo nos añade un detalle no menor: “cuando Moshé había crecido”.
En edad cronológica por supuesto que ya estaba grande, además éste no es un dato que resulte importante para que sea mencionado por la Torá.
Más bien la el texto sagrado nos está hablando de otro crecimiento, el de la conciencia cuando se libera un poco del EGO. Fue entonces cuando Moshé pudo darse cuenta de que a su alrededor, en su sociedad, había gente que estaba siendo maltratada. Por primera vez pudo abrir los ojos de la mente y ver lo que sus ojos físicos estaban viendo hace añares. Ya no dejaría que la indiferencia se apoderara de su conciencia.
Por tanto, cuando Moshé creció es que estuvo capacitado para realmente poder ver más allá de los velos que su Sistema de Creencias le imponía. Porque, era creencia en Egipto de que los esclavos merecen ser maltratados, de que no tienen derechos, de que no serán nunca libres, de que son menos que hombres, de que el faraón es un dios y sus mandatos son santos, de que faraón todo lo sabe y puede, y todo el resto de creencias que formaban el pensamiento general del egipcio medio.
Entonces, en poquitas palabras la Torá nos cuenta algo que a la mayoría le cuesta montón conseguir: romper las cadenas del Sistema de Creencias para poder comenzar a contemplar el mundo de una manera diferente, mejor, espiritual.
Esto la comenzó a suceder a Moshé al llegar a su cuarta década de vida, por eso pudo ver a sus hermanos padeciendo.
La tercera.
Advirtamos algo más en el versículo: “Aconteció cierto día, cuando Moshé había crecido, que fue a sus hermanos y les vio en sus duras tareas”.
El Midrash (Shemot Raba 1:32) explica que Moshé no permaneció pasivo ante el sufrimiento de los injustamente vapuleados. El “fue a sus hermanos”, es decir, modificó su conducta para identificarse con ellos, para ser uno con ellos. Obviamente aprovecharía sus privilegios como príncipe egipcio para conseguir mejoras en sus vidas, porque realmente les importaba y sufría junto con el sufrimiento de ellos.
Por tanto, avanzó un pasito más del tomar conciencia, ahora además era empático. Recordemos lo que trae el diccionario acerca de empatía: “Participación afectiva de una persona en una realidad ajena a ella, generalmente en los sentimientos de otra persona.”.
Y esta acción afectiva motivó su acción efectiva.
Estaba haciendo cosas por alivianar a sus hermanos, no meramente quejándose por sus derechos o sintiéndose amargado sin hacer nada al respecto.
En resumidas cuentas, el proceso de Moshé de la conciencia atrapada por el EGO hasta el comienzo de su liberación llevó unas cuatro décadas.
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