Aquí en el hemisferio sur ha comenzado la primavera.
Por donde vivo, muy lentamente, pues el invierno parece que no quiere abandonarnos.
Sin embargo, la vida renace, ha comenzado el reverdecer y la aparición de flores con su promesa de vida.
Las abejas zumban felices, supongo que así se sienten, saltando de flor en flor; mientras el tímido sol quiere romper las cadenas de las pesadas y gruesas nubes.
Es la primavera.
No sé si sabías que en la tradición judía existe una bendición que se hace durante el mes de Nisán, allá en el hemisferio norte, y en especial en la zona de Israel. Cuando los árboles frutales rompen la amargura del invierno y comienzan a florecer.
Los sabios no se ponen de acuerdo si la bendición se puede hacer en otro mes, unos y otros aportan sus informadas versiones. Entonces, están los que dicen que solo se puede en el mes de Nisán, otros que lo permiten en el mes de Iyar (que es el posterior), otros dicen que si es un año de 13 meses también se bendiga en el Adar II (el mes anterior) y están aquellos que indican que cuando sea que ocurra sea pronunciada esta bendición. En tanto que algunos más reservados aportan la idea que se haga la bendición en cualquier mes que corresponda, siempre que sea una sola vez por año, pero si no es en Nisán que no se mencione el nombre Divino y su Reino.
Esta discusión resulta mucho más importante para nosotros, los que tenemos el rebrote de los árboles frutales en época muy alejada del mes de la primavera boreal, porque todos los años estamos ante este dilema.
La sugerencia es seguir a los sabios modernos de renombre, como el gran Ovadia Iosef, el daián Weissy el rabino Eliezer Waldenberg, quienes permiten que sea dicha la bendición en el tiempo que nos corresponde a nosotros, estemos al norte o al sur del globo.
El texto es:
בָּרוּךְ אַתָּה ה ‘אֱ-לֹהֵינוּ מֶלֶךְ הָעוֹלָם שֶׁלֹּא חִסַּר בְּעוֹלָמוֹ כְּלוּם וּבָרָא בוֹ בְּרִיּוֹת טוֹבוֹת וְאִילָנוֹת בְּנֵוֹבה בְּנֵוה.
Bendito eres Tú, Señor Dios nuestro, Rey del universo, que nada faltó en su mundo y creó en él hermosas criaturas y hermosos árboles para complacer a la humanidad.
Hay otra berajá que se puede decir al apreciar algo muy bello en la naturaleza como una persona, un animal o un árbol:
בָּרוּךְ אַתָּה ה ‘אֱ-לֹהֵינוּ מֶלֶךְ הָעוֹלָם שֶׁככה לו בעולמו
Bendito eres Tú, Señor Dios nuestro, Rey del Universo, que tienes tanta [belleza] en su universo.
Más allá de lo estrictamente halájico (reglas), es interesante notar el grado de consciencia que debe tener la persona fiel a Dios, que no solamente se detiene a observar mandamientos, repetir lemas sagrados, encerrarse entre cuatro paredes a adorar al Eterno y cosas similares, sino que tiene la mente abierta, así como el corazón, hacia toda la creación.
Porque también la creación es el libro de Dios, del cual podemos y debemos leer, usando para su correcta interpretación las enseñanzas de los maestros apropiados a tal respecto. Sean los maestros de Torá o sean los maestros de las ciencias, quienes sin prejuicios nos revelan las maravillas de la creación y con ellos nos permiten descubrir las huellas de su Creador.
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