Encontramos este versículo en la parashá de esta semana:
«אִם־כֶּ֣סֶף ׀ תַּלְוֶ֣ה אֶת־עַמִּ֗י אֶת־הֶֽעָנִי֙ עִמָּ֔ךְ לֹֽא־תִהְיֶ֥ה ל֖וֹ כְּנֹשֶׁ֑ה לֹֽא־תְשִׂימ֥וּן עָלָ֖יו נֶֽשֶׁךְ:
‘Si das prestado dinero a algún pobre de Mi pueblo que está contigo, no te portarás con él como usurero, ni le impondrás intereses.»
(Shemot/Éxodo 22:24)
Notemos que la Torá en este caso NO está diciendo de hacer caridad con el necesitado, porque la caridad es necesaria en ciertas circunstancias, pero suele acarrear montón de males que asfixian los pocos bienes que pueda proveer.
¿Cómo es eso, si toda la vida se nos enseñó del maravilloso valor de la caridad?
Resulta que cuando atendemos a las necesidades del pobre en lugar de al pobre, por ahí le quitamos el hambre y le damos un lugar donde dormir, pero no le estamos ayudando a que desarrolle sus potencialidades, que descubra sus fortalezas, que crezca por sobre sus dificultades y que entonces se transforme en una persona poderosa e independiente. Cuando le damos pescado, matamos su hambre; cuando le enseñamos a pescar y le ayudamos a conseguir una caña y anzuelo, entonces somos sus socios en su crecimiento y empoderamiento. Entonces, cuando logra solventar por sí mismo sus necesidades, ya no va a estar dependiendo de la ayuda ajena, de la buena voluntad del transeúnte, del ánimo del que pudiera o no darle unas monedas.
Es por ello que con su sabiduría Divina la Torá acá nos habla de darle un préstamo al necesitado en lugar de sumergirlo en la bondadosa trampa de la caridad.
Lo cual nos lleva a recordar que la palabra habitual para esta acción solidaria con el dinero se llama TZEDAKÁ, y según enseña Maimónides se clasifica en ocho grados. De menos a más poderoso, son:
8º: hacer caridad, dando dinero sin ganas y a disgusto.
7º: se da menos de lo que se puede pero de manera amable.
6º: se da dinero directamente al pobre, pero cuando éste lo solicita.
5º: se da directamente al pobre antes de que éste solicite.
4º: el que recibe conoce al donante, pero el donante no conoce al beneficiario.
3º: el donante conoce al beneficiario, pero no a la inversa.
2º: ni el contribuyente ni el beneficiario saben uno del otro, sino que se da y recibe a través de un fondo administrado por terceras personas responsables o instituciones.
1º: ayudar a mantener a una persona antes de que empobrezca, u ofrecer un préstamo, o darle una mano para encontrar empleo, o asociarse para que establezca una fuente de ingresos, o acciones similares en las cuales el receptor no se ve como un impedido que depende de la buena voluntad de otra persona.
Así pues, el grado más reducido de la tzedaká es la caridad, en tanto que el verdadero sentido de tzedaká es que sea establecido el TZEDEK: juicio, justicia.
Advertimos también que el versículo es muy explícito en las condiciones en que será dado el préstamo, así como recibido de vuelta. Hay que tratar dignamente al beneficiario, porque no nos debemos comportar como usureros. Tampoco debemos esperar o exigir ningún tipo de interés, sino que lo que hemos prestado es lo que esperamos que sea devuelto.
Cuando se quiere ser estricto en el cumplimiento de esta ley, ni siquiera debemos recibir un simple “gracias”, ya ni hablemos de beneficios económicos a causa del préstamo. Porque hasta ese “gracias” es considerado una ventaja que excede el monto que hemos prestado al necesitado y se nos debe restituir.
Por supuesto que el Creador hace Sus cálculos y ya se encarga Él de bendecir a quien ha sido de bendición para otros, pero que NO sea esta ventaja el motivo que nos lleve a hacer tzedaká.
Sino que nos mueva el espíritu solidario, el amor por el prójimo, el anhelo por que sea establecida la justicia social y no exista más gente que está en situación desesperada y debe recurrir a caridad o “planes sociales” para su subsistencia, sino que consigan su sustento a través de su trabajo digno y provechoso.
Pero, siendo aún más estrictos, el principal motivo para que hagamos tzedaká debiera ser que es un mandamiento, que Dios lo ha decretado para que lo hagamos, sea que tengamos buena disposición y ganas, o nos parezca una carga pesada. Porque si el ayudar al prójimo depende de nuestro buen humor, puede pasar que no tengamos ganas de mover un dedo por el prójimo y entonces nos quedemos sin hacer tzedaká. Pero, si somos conscientes de que es un mandamiento, una orden del Creador, una exigencia que se nos está demandando desde los Cielos, entonces haremos nuestra tzedaká aunque no tengamos un día de buen humor.
Recordemos, que la tzedaká es básicamente ayudar económicamente al prójimo, pero que la Torá también está estableciendo que debe de estar acompañada de simpatía y empatía, de un traspaso de energía positiva, de respeto hacia el que en este momento está necesitado.
Al fin y al cabo, ¡qué bueno que tengamos el poder para hacer tzedaká y que no seamos nosotros los necesitados!
Así valoramos las buenas cosas que tenemos y nos fortalecemos mientras ayudamos al hermano que está pasando por la mala racha.
Para ir finalizando, y ampliando el tema más allá de la tzedaká, cuando le pasa algo malo a otro, se suelen despertar unos poderosos sentimientos positivos en nosotros, tales como la pena, la empatía, la simpatía o la compasión.
Vamos a ver rápidamente qué es cada uno, nos ayudaremos en parte con el diccionario online (rae.es).
Pena: Sentimiento grande de tristeza.
Me genera tristeza comprobar la situación del otro, pero queda en mí ese sentimiento.
Compasión: Sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien.
Cuando es la compasión la que toma la posta, ya no se restringe solamente a padecer a causa del otro, sino también a poder identificarme con él y a tratar de que esté mejor.
Simpatía: Inclinación afectiva entre personas, generalmente espontánea y mutua.
En este caso, el sentimiento que inicialmente era penoso se transforma buscando el mejoramiento emocional del otro para que yo me sienta mejor también.
Empatía: Capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos.
En tanto, al llegar a la empatía estamos dejando de lado nuestro egoísmo, en la medida de lo posible, para conectarnos con lo que siente el otro y desde allí buscar la salida. Es decir, nos ponemos en el lugar del otro, según podamos.
En síntesis: ¿Cómo te gustaría que te trataran si estuvieras mal?
Si este estudio te fue de bendición, es hora de que hagas una tzedaká generosa con nosotros: https://serjudio.com/apoyo
Las excusas no sirven, hay un Juez y es tiempo de ser justo.