Shabbat: 8 Adar II, 5768; 15/3/08
Un comentario de la Parashá Vaikrá (Vaikrá 1:1 – 5:26)
*El sentido de los korbanot*
¡Bienvenido lector estimado!
Aquí estamos, nuevamente, como cada semana trayendo un poquito de la sección semanal de Torá a nuestra conciencia.
En esta ocasión estamos introduciéndonos al tercer tomo de la Torá, el sefer Vaikrá, también conocido como «Torat haCohanim» -Instrucciones para los Sacerdotes-, Levítico en español.
Esta denominación es sumamente acertada pues el libro trata profusamente acerca de actividades que debían desarrollar los cohanim en épocas en que el Mishkán (Santuario), o el Beit haMikdash (Templo de Jerusalén) estaba en funcionamiento.
Nuestra parashá se centra en torno a la temática de los diferentes tipos de ofrendas (también conocidos como sacrificios), korbanot, que era traídos al Eterno en el Beit haMikdash, el Templo o Santuario.
Es interesante recordar que existían tipos diferentes de korbanot.
Básciamente, estaban las ofrendas diarias, las especiales para las festividades, las que se traían para celebrar algún acontecimiento personal y las que servían como parte de un proceso de teshuvá (arrepentimiento sincero).
Cada una de las ofrendas tenía sus reglas, que establecían pro ejemplo quien podía ser el oferente, en que parte del Templo se realizaba el sacrificio, que partes se podían comer, en dónde comerlas, que hacer con los restos, que indumentarías debía vestir el cohén (sacerdote, varón apto de la familia de Aarón), a qué horas y que días, entre cientos de otros reglamentos y detalles legales.
Como es imprescindible la realización de los korbanot en el Templo, actualmente no se realizan, pero hay dos actividades sustitutivas de poderosa eficacia e influencia.
Uno, estudiar sobre korbanot; pues nuestros Sabios afirman que el estudio de los mismos conlleva a «ojos» del Eterno como si se cumpliera materialmente con los mismos.
Sobre los korbanot se han
escrito libros enteros, los cuales son consultados y estudiados aún hoy
en día, aunque no contemos con un Templo desde el cual elevarlos.
Dos, hacer tefilá, es decir rezar; tanto las plegarias que están establecidas por los Sabios y quedaron plasmadas en el Sidur, así como las plegarias individuales, espontáneas, personales, que nacen del deseo de encontrar una proximidad y conexión mayor con el Eterno.
Es que, si somos detallistas con el lenguaje, encontramos que la principal finalidad de los korbanot es aproximar al oferente al Eterno.
La raíz lingüística de korbanot es KRV, la misma que «leakarev«, que es acercar, y «karov«, que es cerca.
No es así en español, que «sacrificio» denota austeridad, inmolación, padecimiento, pesar, renuncia, martirio, cosas dolorosas. Por eso chirria un poco traducir korbanot como sacrificio, ya que en el acto de traducir se está introduciendo conceptos ajenos al concepto en lashón hakodesh.
Sin embargo, a favor de la voz «sacrificio», convengamos que tiene un origen en «sacro», es decir, sagrado. Pues, la idea del sacrificio, creo que en todas las culturas y en todas las épocas pretéritas, NO era de dolor, sino de usar lo cotidiano para conectarse con lo trascendente. Es decir, lekarev, acercar la tierra al cielo.
Así pues, quien ofrendaba al Eterno lo hacía para acercarse a Él, de la manera que era conocida y aceptada en aquella época.
En aquella época había otra forma de aproximarse a la Fuente de todo Bien, que era estudiando Torá y cumpliendo con las mitzvot (mandamientos) de la mejor manera posible.
Así que, en resumidas cuentas sin el sistema de korbanot igualmente podemos conseguir en gran medida su finalidad. Estudiando Torá, cumpliendo cabalmente con los preceptos de la misma, haciendo tefilá como corresponde, actuando con bondad y justicia.
En palabras del profeta:
«¿Se complace tanto el Eterno en los holocaustos y en los sacrificios como en que la palabra del Eterno sea obedecida?
Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención es mejor que el sebo de los carneros.»
(1 Shemuel / I Samuel 15:22)
«La Palabra del Eterno», es la Torá.
Hashem prefiere que aprendamos Torá, que la tengamos presente, mucho más que cualquier ofrenda que realicemos.
«Obedecer», es cumplir mitzvot.
Es decir, andar por el camino que nos trazan los preceptos vale más que el mejor de los ricos asados, aunque sean quemados en honor al Eterno.
Y el profeta anunció:
«Tomad con vosotros palabras y volved al Eterno. DecidLe: Quita toda la iniquidad y acéptanos con benevolencia; en lugar de vacunos te ofrecemos [el fruto de] nuestros labios.»
(Hoshea / Oseas 14:3)
«El fruto de nuestros labios», es la tefilá, la plegaria, la oración.
También es el bendecir, esto es, bien decir. Hablar correctamente, sin palabras groseras, sin afear nuestra vida con chismes, sin malgastar el tesoro de la palabra.
En lugar de orfecer animales como sacrificio, ofrecemos salmos, plegarias, bendiciones.
Y el profera recalcó:
«Dice el Eterno: ‘¿De qué Me sirve la multitud de vuestros sacrificios?
Hastiado estoy de holocaustos de carneros y del sebo de animales engordados.
No deseo la sangre de toros, de corderos y de machos cabríos.
Cuando venís a ver Mi rostro, ¿quién pide esto de vuestras manos, para que pisoteéis mis atrios?
No traigáis más ofrendas vanas.
El incienso Me es una abominación; también los principios de mes, los shabatot y el convocar asambleas.
¡No puedo soportar iniquidad con asamblea festiva!
Mi alma aborrece vuestras lunas nuevas y vuestras festividades.
Me son una carga; estoy cansado de soportarlas.
Cuando extendáis vuestras manos, Yo esconderé de vosotros Mis ojos. Aunque multipliquéis las oraciones, Yo no escucharé.
¡Vuestras manos están llenas de sangre!
Lavaos, limpiaos, quitad la maldad de vuestras acciones de delante de Mis ojos.
Dejad de hacer el mal.
Aprended a hacer el bien, buscad el derecho, reprended al opresor, defended al huérfano, amparad a la viuda.»
(Ieshaiá / Isaías 1:11-17)
La enseñanza es muy clara en este pasaje.
Los korbanot eran absolutamente secundarios, pues lo principal es la sinceridad del actuar, el corazón limpio, el pensamiento claro, el actuar con justicia, el no permitir que actúe el malo, el hacer el bien a quien lo necesita.
Quien actúa así trasciende la legítima realidad de los korbanot y se funde en un abrazo con el Eterno.
No se precisa ser judío, ni «religioso», ni tener algún título en particular para alcanzar esa cercanía, sino actuar con corrección, dentro del marco de justicia y bondad que desde Arriba ha sido establecido.
En definitiva, los korbanot ya no se ofrecen más. Quizás, no lo sé, en la Era Mesiánica se ofrecerán nuevamente.
Pero mientras tanto permanece absolutamente vigente el sentido profundo y esencial que motivaba los korbanot.
Dentro de nuestro ser hay una chispa inquebrantable, inextinguible, de una claridad perfecta, que es nuestra neshamá, nuestro espíritu. Que constantemente desea el encuentro con el Eterno.
Andemos de acuerdo a los dictados de la neshamá, sin salirnos de los parámetros de la Torá y encontraremos un mundo de armonía y paz para disfrutar.
¡Te deseo a ti y a los tuyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Qué sepamos construir shalom!
Moré Yehuda Ribco
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