Supongo que han oído hablar de la película “Ciudadano Kane”, catalogada como una de las mejores películas, sino la mejor, de toda la historia del cine.
Co-escrita, dirigida, producida y protagonizada por Orson Wells, aquel que se hiciera famoso por la transmisión radial de la guerra de los mundos.
La película de 1941, es una especie de biografía post mortem de un hombre rico y exitoso, del Citizen Kane.
Después de dar una visión general de la magnitud de su inmenso patrimonio y el alcance de su tremendo poder, la cámara se acerca a los últimos momentos de su vida. Allí yacía respirando por última vez y cuando expira pronuncia, ‘Rosebud’ y luego una bola de cristal lleno de copos de nieve cae de su mano y se rompe.
La siguiente parte comienza con algunos reporteros curiosos que están decididos a descubrir quién fue esta misteriosa mujer en su vida llamada Rosebud. Luego, la película muestra retrospectivamente a un niño y su madre que viven en una pequeña choza, en un barrio pobre, donde es feroz la lucha de esta madre soltera para proveer lo básico para su hijo.
En una escena crítica, el niño está feliz, en su ingenuidad, en su simpleza, en su belleza sin preconceptos, en su trineo disfrutando de la espesa nieve, cuando aparecen dos hombres y le explican algo a la madre en voz baja. Ella les concede permiso a regañadientes para algo.
Entonces los dos hombres se acercan al niño y en la lucha por el control toman su trineo y lo arrojan con fuerza al suelo. Aparentemente, su tío rico había muerto dejándolo como el único heredero y dueño de una gran industria. La madre no pudo resistir la tentación de enviarlo, aun en contra de su voluntad, para que tuviera la oportunidad de una “vida mejor”.
La narrativa lo sigue a través de las vicisitudes de su vida empresarial y personal. A medida que pasa el tiempo, su éxito financiero y su influencia se expanden más allá de la imaginación, mientras que su vida privada es una serie de relaciones rotas y fracasos. Al final, muere como un hombre solitario con una bola de cristal nevada agarrada con fuerza en la mano y ‘Rosebud’ en los labios. En la escena final, estos dos reporteros fatigados parados allí en la mansión, después de haber revisado a fondo toda su vida, expresan su frustración y desesperación por saber algo de Rosebud.
La cámara ahora enfoca a un grupo de trabajadores que están ocupados arrojando artículos de poco valor de la finca a una gran hoguera. Como el reportero acababa de decir: “Bueno, ¡supongo que nunca sabremos quién era realmente esa mujer, Rosebud!”. La cámara enfoca cuando es arrojado un trineo al infierno y allí, pintadas en letras rojas brillantes, está la palabra ‘Rosebud’. ¡Mientras el trineo arde, las letras se cuajan y los créditos ruedan!
El mensaje ha sido desoladoramente claro, el hombre poderoso reconoce al momento de su muerte que en realidad era un pobre niño temeroso, angustiado y añorando aquella vida de sencillez y estrechez material, pero enorme alegría y satisfacción.
Pero, ¿qué relación guarda esta historia y su moraleja con la parashá?
Veámoslo.
En la parashá se menciona la construcción de la tapa de oro que iba a cubrir el arca del pacto, allí en donde se guardaban celosamente las tablas de la alianza.
Por encima de la tapa estaban esculpidas dos figuras, la de dos querubines, que son unos ángeles.
De acuerdo a nuestra tradición, las caras de estos seres corresponden a la de un niño y una niña.
Es realmente bastante sorprendente e incluso alarmante en algún nivel. Dentro del Kodesh Kodashim, el Lugar Santísimo, el Corazón del Corazón del Mishkán, se encontraban dos figuras de querubines dorados, como niños. ¡A través de ellos se transmitiría la profecía! ¡¿De qué va todo eso?!
Propongo que nos enfoquemos en los rostros de estos dos niños.
¿Por qué eligió Dios que sean niños y en número de dos para cubrir el objeto más sagrado?
Debemos hacer una gran distinción entre ser ‘infantil’ en el sentido de ingenuo, fresco, inquieto, vivaz, e ‘infantil’, en el sentido de inmaduro, pueril, inconsciente.
A menudo ser niño, es sinónimo de bondad sin esperar nada a cambio, de pureza e inocencia.
Para los niños es natural ser felices sin complicarse mucho, como cuando se les da un caro regalo y se quedan jugando con la caja o el moño que lo envuelve, en lugar de concentrarse en el caro objeto que el adulto compró.
Los niños son infinitamente curiosos, llenos de asombro y refrescantemente transparentes.
Ésta es la faceta maravillosa de ser infantil, de dejarse cautivar por lo nuevo, de atreverse a avanzar sin preconceptos, a no prejuzgar.
Por supuesto que la instrucción que van recibiendo de parte del mundo que los rodea va poniendo todo tipo de condicionamientos y trabas a esa pureza que no conoce de barreras mentales.
Las limitaciones se las pone la realidad y las más de las veces, los mayores con sus mentes programadas y encerradas dentro de panfletos que quieren que sus niños aprendan y reproduzcan.
Pero, está la otra cara de la palabra “infantil”, que es la que trata de la persona adulta, pero que no ha madurado. La palabra correcta es: pueril.
Recordemos que alguien dijo una vez que si un niño no rompe los platos cuando es pequeño, lo hará cuando sea mayor. Si esta crisis de identidad no se cura finalmente, dará lugar a una adolescencia prolongada y, después de eso, puede transformarse en un caso de crisis de la mediana edad. La puerilidad nace de la búsqueda de un niño interior que lleva a la persona a una búsqueda interminable y sedienta de validación y atención externas. Es un niño que no pudo ser feliz, y que por ello no ha madurado, sigue anidado en el interior de la persona grande, pero que no adulta.
El ciudadano Kane se comportaba como una persona pueril e insatisfecha, luchando contra fantasmas de su pasado y sin poder establecer un presento pleno.
Su puerilidad invalidaba cualquier intento por cosechar con satisfacción de las muchas riquezas de su presente.
Es que, había sido arrancado de crío de su mundo de ingenuidad y arrastrado a un mundo voraz y cruel, en donde su niño interior tuvo que esconderse y ahogarse para salir a respirar como pudiera a lo largo de su vida.
El ciudadano Kane se dio cuenta de que nada de su inmenso imperio valía tanto como esa libertad simple y pura de estar montado sobre su trineo humilde y disfrutar de las cosas sencillas de este mundo.
El mensaje de la parashá entonces sería que: podemos acercarnos a la Torá desde una perspectiva pura, ingenua, agradecida, de interés por conocer, de descubrimiento; o podemos convertirnos en seres amargos, adormecidos, que hacen del legalismo una prisión que asfixia la espiritualidad.
Depende cómo elijamos experimentar nuestra conexión con la Torá, con el mensaje de Dios en nuestras vidas.
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