En el comienzo de la parashá Shlaj Lejá encontramos lo siguiente:
"Entonces el Eterno habló a Moshé [Moisés] diciendo:
‘Envía hombres para que exploren la tierra de Canaán, la cual yo doy a los Hijos de Israel. Enviaréis un hombre de cada tribu de sus padres; cada uno de ellos debe ser un dirigente entre ellos.’
Moshé [Moisés] los envió desde el desierto de Parán, de acuerdo con el mandato del Eterno. Todos aquellos hombres eran jefes de los Hijos de Israel."
(Bemidbar / Números 13:1-3)
Por su parte, en el relato que hace Moshé 38 años más tarde, él dice:
"Todos vosotros os acercasteis a mí y dijisteis: ‘Enviemos delante de nosotros hombres que nos reconozcan la tierra y nos traigan información acerca del camino por donde hemos de ir y de las ciudades a las que habremos de llegar.’
Me pareció bien lo dicho, y tomé a doce hombres de vosotros, un hombre por tribu."
(Devarim / Deuteronomio 1:22-23)
Son varias las cuestiones que se pueden formular al poner un texto junto al otro, y mucho más cuando se suman los versos previos y posteriores, pero quiero centrarme solamente en la aparente contradicción que con fuerza surge de estos párrafos: ¿quién pidió u ordenó que fueran enviados los exploradores, los meraglim? ¿Dios? ¿El pueblo? ¿Moshé?
Al estudiar con atención los textos en su contexto, al prestar atención a lo que está escrito y especialmente a lo que está omitido o sugerido, podemos rápidamente brindar una respuesta certera y satisfactoria.
(Se pueden suponer muchas versiones, se pueden inventar supuestas respuestas, pero hay que encontrar lo que es cierto, lo que está sintonizado con el resto del sistema de conocimiento).
El asunto fue así.
Los hebreos estaban a pocos días de ingresar a la tierra prometida, la cual sería conquistada con la ayuda poderosa del Eterno.
Luego ellos se repartirían las porciones que conformarían las provincias correspondientes a cada una de las doce tribus que heredarían territorios, quedaría excluida la tribu de Leví, la cual no tendría territorios autónomos aunque sí ciudades de residencia dentro de las provincias de sus hermanos.
Los hebreos deberían hacer la repartición de los terrenos, por lo cual el Eterno comanda a Moshé que vayan a explorar la tierra líderes tribales, de las doce tribus que heredarían territorios. Es por ello que el mandato de Dios excluye a los levitas, pues no tenían necesidad de enviar un representante a reconocer la tierra ya que luego no estarían en las negociaciones correspondientes a la repartición.
Es por ello que Dios solicita que sean cabezas tribales, gente que conoce a los suyos y entiende que precisan para solar de residencia. Gente con poder para negociar en nombre de sus hermanos, con sus connacionales de las otras tribus.
Así pues, la exploración mandada por Dios no tenía fines militares o de reducir la ansiedad de las masas dudosas acerca de su capacidad de conquista ante el enemigo residente, sino tan solo conocer para definir las porciones a adjudicar a cada tribu.
Pero entonces, de entre el pueblo surge un clamor, un anhelo, un deseo temeroso arraigado en el EGO.
Ellos saben que Dios les prometió luchar a su favor, que Él estaría de su lado y la tierra sería tomada de los enemigos.
Pero el EGO asusta, hace sentir impotencia, manipula para que uno no se libere de sus tenazas y de paso haga caer a otros ante sus respectivos EGOs.
De entre los alelados se levanta un pedido, que los dirigentes no sean meros observadores imparciales, que medirán capacidades territoriales con vistas a la división de parcelas. No, eso no es suficiente para los esclavos del EGO. Ellos precisan sentir que alguien está allí para salvarlos de sus conflictos, al tiempo que es manipulado por sus debilidades.
Se quejan, presionan, manipulan, hacen saber que tienen miedo, dudas, angustias ansiedad, temor, y piden que se los comprenda, son libertos, nunca fueron independientes, nunca lucharon para tomar su lugar, etc.
Moshé lo sabía muy bien, por dos años había padecido los incontables conflictos que provocaban.
Les dijo:
"Mira, el Eterno tu Elokim te ha entregado la tierra que está delante de ti. Sube y tómala en posesión, como el Eterno, Elokim de tus padres, te ha dicho. ¡No temas ni desmayes!’"
(Devarim / Deuteronomio 1:21)
Pero no era suficiente las palabras, ni las señales, ni los milagros.
Ellos querían algo más, el EGO no se sacia, es parte de su táctica para someternos.
Ellos quisieron que los exploradores trajeran otras noticias sobre la tierra y sus habitantes, de su poder, de sus capacidades, de sus ejércitos, de sus debilidades, de sus tesoros, de esto y aquello, todo lo necesario para dejar en paz los temores.
Esto le pareció bien a Moshé, entonces, por sobre la orden dada por Dios, él encomendó a los hombres otra tarea, una extra. Algo que a primera vista no contradecía ni obstaculizaba la finalidad para la cual fueron enviados por Dios.
Moshé, de motu propio, comandó:
"… a explorar la tierra de Canaán y les dijo: ‘Subid de aquí al Néguev, y de allí subid a la región montañosa.
Observad qué tal es la tierra, y el pueblo que la habita, si es fuerte o débil, si es poco o numeroso.
Observad qué tal es la tierra habitada, si es buena o mala; cómo son las ciudades habitadas, si son sólo campamentos o fortificaciones;
cómo es la tierra, si es fértil o árida; si hay en ella árboles o no. Esforzaos y tomad muestras del fruto del país.’ Era el tiempo de las primeras uvas."
(Bemidbar / Números 13:17-20)
Sí, no hay ninguna contradicción ahora, se entiende perfectamente que ocurrió.
Dios mandó algo, específico, claro, definido, que correspondía a las doce tribus que tomarían posesión de la tierra, necesario para las negociaciones de adjudicación.
El pueblo precisaba otra cosa, su EGO estaba saturando de dudas y quejas para manipular la situación y llevar a la perdición al pueblo.
Moshé en modo alguno se opuso a Dios o dejó de cumplir lo que Él le mandó hacer, pero, añadió algo para satisfacer al EGO del pueblo, que revisaran la tierra para confirmar que ellos podrían tomarla y que sería bueno y agradable vivir en ella.
El resultado, bueno, como suele pasar cuando el EGO comanda y se añade a lo que fue ordenado… completa tú la historia.