Los Elohim y el Elohim

El hombre fue olvidando su NESHAMÁ así como la época en la cual estaba conscientes del Eterno.
Fue sumergiéndose en oscuridad, embruteciéndose; y sin embargo, la LUZ no se extinguía y seguía llamándoles a recuperar su identidad espiritual.
En eso era diferente a sus antepasados, similares en casi todo a nosotros, pero carentes de NESHAMÁ; y sin embargo, su descenso de la conciencia lo estaba haciendo parecerse a ellos.
No era como ellos, pero estaba viviendo como si lo fuera.

El hombre sintió su indefensión y advirtió que estaba rodeado por elementos poderosos, en el idioma antiguo esto se decía “ELOHIM”.
Elohim también lo podemos traducir como dioses, porque eso es un dios, un “algo” con poder superior al hombre; pero en principio no los imaginaba necesariamente como fuerzas místicas o personas invisibles, sino que los encontraba concretamente en la naturaleza. Eran la tierra, el agua, el viento, la tormenta, el sol, la luna, el volcán, el fuego, algunos animales; en resumen, todo aquello que manifestaba un poder superior al hombre y que era incontrolable.
¿Incontrolables?
El hombre imaginó procedimientos para congraciarse con ellos, para apaciguarlos, para intentar dominarlos; en pocas palabras, manipularlos en espera de ser él quien los controlara, o al menos recibir atenciones y evitar padecimientos. Si el Elohim está contento, satisfecho, divertido, entonces será compasivo, o por lo menos no actuará abusivamente.
¿Cómo manipularlos?
Supuso que aunque fueran poderosos, igualmente deberían padecer necesidades, similares a los hombres: alimento, sexo, servicio y a veces cobijo.
Entonces, inventó ofrendas y rituales, sospechando cuáles oblaciones contentarían al Elohim de turno.
Pero, los dioses (una de las maneras de traducir Elohim) eran caprichosos, sino directamente abusivos. En ocasiones aceptaban los homenajes y respondían con tranquilidad, buenas cosechas, agüita mansa, lluvia en su tiempo, fertilidad en los ganados, victorias militares, matrimonios dichosos, clima apacible, etc.; pero a veces, se enfurecían y parecía que el hombre estaba en falta y escaso en recursos para apaciguar al poderoso. Por lo cual, fue imprescindible tomar nota de lo que se hacía, cuándo, cómo, dónde, quién, por qué, para qué, organizando y estructurando ceremoniales, rituales, sacrificios, templos, sacerdocios, etc.
Esto tampoco aseguraba ningún resultado, pero al menos daba una sensación de poder de parte del hombre; se tenían claves para dominar a los dioses, o tal vez tranquilizarlos. Ya no se estaba a la intemperie, ignorante, desconcertado; había respuestas y poseedores de los conocimientos a los que llamaron sagrados.

También comenzaron a hablar de “religión”, aunque no tuvieran palabra exacta para ello hasta multitud de siglos más tarde. El concepto era cerrar la brecha que separaba al hombre el dios, volver a ligarse al Elohim, atarse a ellos por medio de los actos sagrados, palabras consagradas, actitudes señaladas como obligatorias o esperadas. Ya que los dioses eran de una realidad diferente, había que vincularse a ellos y no vivir en separación.

La estructuración religiosa acompañaba a la social, porque se fue diferenciando un sector de la sociedad encargado de poseer el conocimiento sagrado y de administrarlo, los sacerdotes, de otro, el de los laicos, las ovejas necesitadas de los pastores que conducían el rebaño de las deidades. Al mismo tiempo, cada deidad fue recibiendo su propia codificación, sus rituales, sus templos, sus tiempos, sus reglas, etc.; los cuales eran representados y ministrados por sus respectivos sacerdotes.

En ciertas épocas y lugares al conjunto de Elohim se sumó al rey o gobernante; el cual era sentido como uno más entre los poderosos, con rasgos que lo separaban del resto del pueblo. A su vez, el rey deificaba a su familia, y podía incluir a la gente escogida, dotándolos de divinidad, es decir, poderes por sobre el resto de los hombres.
También se sirvió religiosamente a estos reyes, adorándolos como a sus pares de la naturaleza.

Luego, se comenzó a sentir la necesidad de dioses invisibles, que no estuviesen directamente vinculados a fenómenos naturales, ni a objetos o lugares concretos. Eran Elohim sin sustancia material, pero con presencia. Algunos de ellos surgían para explicar ciertas cuestiones que no se respondían con respuestas sencillas. Por ejemplo, los dioses encargados del mundo de los muertos, o los propios espíritus de los antepasados, o el tiempo, o los dioses del origen (aquellos que fueron los creadores de los dioses), entre otros.
También para ellos hubo necesidad de códigos, ritos, ofrendas, sacerdocios, etc.
Y se reprodujeron las estatuas, imágenes, lápidas, mojones, piedras sagradas en conmemoración de los dioses, o representándolos. Para de alguna forma hacer tangible lo que no podían sentir de otra manera. Esto tal vez ya se usaba antes, en la era de los dioses naturales; el hecho es que en esta nueva era se popularizó y difundió su uso.

Con algunos de estos dioses podría resultar más sencillo encontrar cómo hacerles llegar los mensajes, qué obsequiarles, etc. Pero con otros, la cosa se complicaba. Tal como pasó hacía mucho tiempo con la adoración hacia el sol.
Porque, al mar podían echar sus regalos, lo mismo con bestias poderosas, también al volcán o al fuego; pero, ¿cómo contactar con el sol? ¿Con la luna? ¿Con los dioses invisibles, de los cuales algunos (suponían) moraban en sus tronos celestiales, en las esferas por detrás del sol, e incluso detrás del cortinado de las estrellas?

Eran dioses altos, y estaban los altísimos.
Por tanto, había que trepar a las alturas.
Así los montañas se transformaron en santuarios (a veces también eran dioses en sí mismas).
En sus cimas, o cerca de ellas, surgieron como hongos altares, estelas, apilamientos de piedras, torres, minaretes y finalmente templos y majestuosas catedrales. (¿Te diste cuenta cómo por todo el mundo hubo y hay santuarios y “retiros espirituales” en cerros, montañas o en construcciones que las aparentan, tales como pirámides y torres?).
Desde allí estaban más cercanos, físicamente, a los dioses lejanos que reposaban en los cielos.
Sin embargo, no era suficiente para hacerse atender por los dioses, indiferentes en sus residencias celestiales.
Había que alcanzarlos, ¿pero cómo?
Sobre las montañas, encima de plataformas, en la azotea de monumentales templos, todavía era inaccesible el cielo; por lo cual, imaginaron un sistema de mensajería: el humo.
En sus altares (parrillas en lugares altos) quemaban maderas para que el humo se elevara y llegara a los tronos divinos.
Pero no era suficiente, el humo debía ser portador de aromas agradables.
Por tanto, quemaban buenas maderas fragantes, y luego sobre las brasas asaron vegetales y animales. Que el aroma del asadito sagrado colmara a los dioses e hiciera sus delicias, entonces éstos favorecerían a los adoradores minúsculos, allá abajo, en esa tierra sufrida.
Pero tampoco fue suficiente, algún genio (o un grupo vaya uno saber) determinó que era el hombre el sacrifico requerido. Por lo cual, se ofrendaban personas en esos altares, haciéndolos arder y provocando que sus cenizas fueran hasta los dioses del cielo. Y no satisfechos aún, imaginaron que si cremaban a sus propios hijitos, y si eran bebes y primogénitos mejor, entonces la ofrenda sería más perfecta.
Todo esto sigue ocurriendo, de manera idéntica o camuflada en símbolos; pero la religión sigue viva con todos sus trucos. Todo ello producto del EGO.

En la historia, el quiebre se produjo cuando llegó un hombre que promovió el retorno a la NESHAMÁ, a vivir de acuerdo a la LUZ y no al EGO, a reconocer la presencia del Uno y Único.
No fue el primer monoteísta, pero fue el primero que se atrevió a cuestionar públicamente el estado de las cosas demostrando que religión es lo contrario a espiritualidad, que el poder no es un dios, y que el rey no está por encima de nadie.
Ese hombre es el primer patriarca de los judíos, Abraham.
Curiosamente, o no tanto, experimentó lo siguiente:

«Aconteció después de estas cosas que Elohim probó [elevó] a Avraham [Abraham], diciéndole: -Avraham [Abraham], y dijo: -Aquí estoy.
(2) Y dijo: -Toma, por favor, a tu hijo, a tu único, a Itzjac [Isaac] a quien amaste y vete [para ti] a la tierra de la Moriá; y elévalo allí en holocausto sobre uno de los montes, que Yo te diré.
(3) Avraham [Abraham] se levantó muy temprano en la mañana. Aparejó su asno, tomó consigo a dos de sus siervos, y a Itzjac [Isaac] su hijo; partió leña para el holocausto, y levantándose, fue al lugar que Elohim le dijo.
(4) Al tercer día Avraham [Abraham] alzó sus ojos y divisó el lugar de lejos.
(5) Entonces Avraham [Abraham] dijo a sus siervos: -Esperad aquí con el asno, en tanto yo y el muchacho iremos hasta allá; nos arrodillaremos y volveremos a vosotros.
(6) Avraham [Abraham] tomó la leña del holocausto y la puso sobre Itzjac [Isaac] su hijo, y tomó en su mano el fuego y el cuchillo; y caminaron los dos juntos.
(7) Entonces Itzjac [Isaac] dijo a Avraham [Abraham] su padre: -Padre mío… Y respondió: -Aquí estoy, hijo mío. Y dijo: -He aquí el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?
(8) Avraham [Abraham] respondió: -Elohim se proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío. Y caminaron los dos juntos.
(9) Cuando llegaron al lugar que Elohim le había dicho, Avraham [Abraham] edificó allí un altar, arregló la leña; y ató a Itzjac [Isaac] su hijo y lo puso sobre el altar, encima de la leña.
(10) Avraham [Abraham] extendió su mano, y tomó el cuchillo; para degollar a su hijo.
(11) Entonces lo llamó el enviado del Eterno desde el Cielo diciendo: -¡Avraham [Abraham]! ¡Avraham [Abraham]! Él respondió: -Aquí estoy.
(12) Y dijo: -No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ahora conozco que veneras a Elohim, ya que no Me has rehusado tu hijo, tu único.
(13) Entonces Avraham [Abraham] alzó la vista y miró, y he aquí un carnero [otro] [luego] está trabado por sus cuernos en un matorral; Avraham [Abraham] fue, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.
(14) Avraham [Abraham] llamó el nombre de aquel lugar el Eterno-Irhé; por eso se dirá perpetuamente: ‘En el monte del Eterno se manifestará.’
(15) El enviado del Eterno llamó a Avraham [Abraham]; por segunda vez desde el Cielo,
(16) y dijo: -He jurado por Mí mismo, dice el Eterno, que porque has hecho esto, y no Me has rehusado tu hijo, tu único,
(17) de cierto te bendeciré y en gran manera multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y como la arena que está en la orilla del mar; tu descendencia poseerá los portones de sus enemigos.
(18) En tu descendencia serán benditas todas las naciones de la tierra; por cuanto obedeciste mi voz.
(19) Avraham [Abraham] regresó a sus siervos, y levantándose caminaron juntos a BeerSheva [Beer Sheva]; y Avraham [Abraham] se asentó en BeerSheva [Beer Sheva].»
(Bereshit / Génesis 22:19)

A la luz de lo que aprendimos en este estudio, ¿puedes analizar el texto y proveernos de las claves necesarias para una buena, digna, santa y dichosa vida en la senda de la NESHAMÁ y no en la celdita del EGO?

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No iba hacer Abraham lo mismo que hacia la gente, y lo mismo que cuestionó?

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