Juzgar meritoriamente

La Tradición nos enseña a juzgar favorablemente, en la medida de lo posible, en la máxima: “eveh dan et kol adam l’kav zjut" – “juzga a toda persona para el lado del mérito” (Pirkei Avot 1:6).

Esto no significa excusar el mal, hacerse cómplice de lo negativo, fomentar el vicio o participar del quebrantamiento del mundo, ¡de ninguna manera!
Más bien, es no apresurarse a prejuzgar, no correr a tildar nefariamente, a ser clementes en tanto procuramos la rectitud, a indagar con cautela y respeto en pos de la verdad.

Sabemos que el mundo carente de justicia se derrumba en el caos y la violencia.
Es un hecho que el amor sin el límite del rigor, o de la justicia, termina corroyendo, lastimando, avergonzando, sumiendo en la impotencia y la angustia desesperante.
Al mismo tiempo, la justicia estricta, cuando es una vara intolerante e intransigente, suele dejar de ser justa para transformarse en otra cara de la angustia y de la impotencia, una arma de corrupción y sometimiento.

Por ello es imprescindible que la bondad sea siempre acompañada por la justicia, la justicia por la bondad.
Apartar con una mano en tanto se acerca con la otra.

Señalar los errores existentes, sin menospreciar los logros alcanzados.
Elogiar los triunfos, sin esconder las faltas a superar.

Ambas caras son complementarias, al escasear una de ellas, no existe el equilibrio.

Cuando el juicio es apresuradamente estricto, una reacción automáticamente condenatoria, sin amago de prudencia ni de bondad, deberíamos inspeccionar que hay por debajo de ello.
¿Qué impulsa una conducta de este tipo?
¿Qué se esconde detrás de la dureza tirante, indispuesta a un atisbo de benevolencia?
¿Qué hay en el rictus castigador del autoritario, de aquel que ejerce con brutalidad su porción de fuerza?

Tal vez nos encontremos que encubierto o rechazado de la conciencia se encuentra una persona encorvada por el peso de su miedo, insegura, aterrada por las sombras de su impotencia.
Suele pasar que debajo de uniformes y galardones, debajo de armas y fieros gestos, debajo de griterío e insultos, debajo de golpes y amenazas, debajo de patotas de bandoleros, debajo de eso que quiere parecer como poderoso, no hay otra cosa que una persona desamparada, débil, falta de seguridad, encerrada en celditas mentales, que se siente de continuo impotente.

Cuando revelamos el interior del dictador deja de aterrorizar y pasa a dar lástima, a veces hasta risa por su pose que inspira terror pero es solamente eso: pose.
Claro, esto no disculpa un gramo las maldades que haya cometido, ni perdona el daño causado a los inocentes.
Debemos juzgar favorablemente, pero para alcanzar un juicio justo y verdadero, no para patrocinar el mal o justificar al malvado en sus andanzas. ¡Tengámoslo claro!

Solamente el esclavo del EGO, o el que se dejó arrastrar por él, recurre al grito, al insulto, a la amenaza, a la mentira, a la manipulación, al engaño, a la discriminación negativa, a la burla, al golpe, a la violencia, al acoso, al abuso, a atemorizar, a cualquiera de esas manifestaciones de un supuesto poder, que es solamente externo porque el interno es inoperante.
Solo el que está sumergido en su sentimiento de impotencia se permite esos arranques nefastos, porque quien está en ejercicio de su poder real no precisa de las herramientas oscuras para vivir en paz.

El autoritarismo es una especie de conducta compensatoriamente enfermiza para no sentir la atroz impotencia, pero que no ayuda a la persona a ser poderoso o a sentirse interiormente así.

Son varias las enseñanzas prácticas de esta sabiduría, una de ellas es darte la oportunidad de analizarte para que cuando te sientas necesitado de recurrir a las herramientas del EGO, NO LO HAGAS, por el contrario date cuenta de qué estás por hacer, detente y encuentra qué sentimiento de impotencia te ha llevado hasta allí.
¿Qué otros instrumentos para mejorar tu vida encuentras en este mensaje?

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Shaul Ben Abraham

!Que bueno es nutrirse con el Pirké Avot, tratado que nos recuerda como viajar en derej eretz mientras alcanzamos la Toráh!

JULIAN Martinez

Actuar con bondad y justicia…y con honestidad. Con cuanta frecuencia juzgamos y condenamos al projimo viendo en el esas faltas, las cuales uno mismo puede tener y de las que nos avergonzamos interiormente. Damos la culpa al projimo mientras uno mismo se ampara ¿en qué?..¿la impotencia, el Ego, la comodidad, un ya lo solucionaré, no es momento…? Es bueno y necesario saber y conocer a que se debe esa falta, ese error en nuestro projimo, que lo motiva y que parte se debe a uno mismo. Quizas seamos origen y/o causa. Si hemos de auto corregirnos, hagamoslo, solucionemos parte de… Read more »

Emanuel Ruiz

Muy bueno. Especial para las autoridades de hoy en día, que juzgan con benevolencia al malvado, justificando sus fechorías. También para las personas que juzgan duramente a su prójimo sin saber nada de su situación.

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