¡Shalom, hola a todos! ¿Alguna vez han sentido que, a veces, la vida nos lanza desafíos que nos superan, dejándonos con esa sensación de «no sé qué hacer»? Es una experiencia muy humana, ¿verdad? Y justo en esos momentos de vulnerabilidad es cuando buscamos algo a qué aferrarnos, una señal, una guía. Es una necesidad natural de nuestro corazón.
Justo aquí es donde la historia de la Najash HaNejoshet, la serpiente de cobre que encontramos en la Torá, puede iluminarnos. Quizás la recuerden: el pueblo de Israel en el desierto, mordido por serpientes venenosas, clamando por ayuda. Y Moshé, por instrucción Divina, crea esta serpiente de cobre y la levanta encima de un mástil. ¿El resultado? Aquellos que miraban la serpiente, en realidad, al cielo, vivían.
Ahora, detengámonos un momento… ¿cómo?
¿Dios pide que se haga una imagen de un animal, ¡y justo una serpiente!, para sanar a los envenenados?
Podríamos pensar: «¡Ah, entonces la serpiente tenía poderes mágicos! ¡Era un amuleto!».
Y es fácil caer en esa trampa, ¿no creen? Es la misma tentación que nos lleva a veces a buscar soluciones rápidas, a aferrarnos a cualquier cosa que parezca prometernos una salida fácil. Pero aquí está el secreto, la belleza de esta historia: nuestros Sabios, en su impresionante sabiduría, nos enseñan que la sanación no venía de la serpiente en sí. ¡Para nada! La serpiente era solo un instrumento. La verdadera sanación ocurría cuando, al mirarla, elevaban sus corazones y ponían su confianza hacia el Único que verdaderamente puede salvar: Hashem.
Es como cuando un médico nos receta un medicamento. No es la pastilla en sí lo que nos cura, sino la ciencia y la sabiduría que hay detrás, la combinación de los ingredientes con nuestro cuerpo, a lo que se suma nuestra voluntad que impulsa para que ese tratamiento nos ayude. La Najash HaNejoshet era un recordatorio tangible, un punto de enfoque para su tefilá (plegaria), para su arrepentimiento y para renovar su conexión con lo Divino. Era una forma de decir: «¡Despierta! Tu ayuda viene de Arriba».
Y aquí viene la parte que realmente nos conecta con nuestra vida hoy. Pensemos en las «serpientes» de nuestra época. No son de las que se arrastran por el piso infundiendo miedo e inyectando veneno químico sino aquello que nos muerden con el mismo terror y agotamiento: la ansiedad, el estrés, la duda, la incertidumbre económica o de salud. Esas situaciones que nos hacen sentir pequeños y expuestos. En esos momentos, es tentador buscar «serpientes de cobre» modernas: soluciones ilusorias, supersticiones, o incluso ideas que nos alejan de nuestra esencia.
Pero la lección de la Najash HaNejoshet es clara: no es el objeto, no es la circunstancia externa lo que tiene el poder. El poder reside en nuestra perspectiva, en hacia dónde dirigimos nuestra mirada y, sobre todo, hacia dónde dirigimos nuestro corazón. Cuando nos enfrentamos a un desafío, la verdadera «cura» no es evitar la dificultad, sino elevar nuestra conciencia, fortalecer nuestra emuná (lo que se traduce habitualmente como fe) y recordar que hay una fuerza mayor que nos sostiene.
Es hacer nuestra parte, ponernos en marcha, agarrar el toro por las astas, cambiar de actitud, modificar lo que es negativo, y muchas cosas más, que emulsionado con nuestra emuná, nos permite lograr increíbles logros, mejorías, éxitos.
Es reconocer humildemente que no lo sabemos todo, que no podemos controlar todo, y que hay una fuente de bondad y sabiduría infinitas a la que siempre podemos recurrir para que nos dé una mano, que colabora con nuestro humilde esfuerzo.
Es dejar de lado la superstición y la idolatría (que es darle poder a algo que no lo tiene, o incluso, dárselo a Dios, esperando que nos haga los mandados sin hacer nosotros nuestra parte) y, en cambio, fortalecer nuestra relación saludable y espiritual con Hashem.
Así que la próxima vez que te sientas «mordido» por una preocupación, real o imaginaria, respira hondo. Recuerda la Najash HaNejoshet. No busques una solución mágica en el exterior. Más bien, mira hacia adentro, eleva tu corazón y tu mente hacia lo Divino. Confía. Busca esa conexión. ¡Y ponte a trabajar en solucionar lo que está a tu alcance!
Porque es ahí, en esa actitud y en esa confianza, donde encontramos la verdadera sanación y la perspectiva para seguir adelante.
¿Qué «serpiente» estás enfrentando hoy? Te invito a compartir tus reflexiones y cómo esta enseñanza puede iluminar tu camino. ¡Me encantará leerte!
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