Está escrito en esta parashá: "…por cada dos príncipes un carro, y cada uno un buey…" (Bemidbar 7:3)
¿Cómo es esto?
¿"Dos príncipes", dos líderes tribales, dos dignatarios, dos afamados personajes, en un único carro?
¿Cómo dos personajes no se sienten ‘apretados’, incómodos, por tener que compartir su dignidad?
¿Qué ocurre acá? ¿A qué se debe este repentino ahorro de carros, para que dos importantes personajes vayan en uno solo?
La vida cotidiana nos dice que estas palabras de la Torá más parecen tratar de un ideal, de una pretensión, de algo que debería ser; en lugar de ser una realidad, un hecho que pueda ser efectivamente usual.
¿Acaso las ‘estrellas’ acostumbran permitir que otros les hagan sombra?
¿No es cierto que los personajes que se creen prominentes prefieren no compartir los beneficios de la fama?
¿No pretenden permanecer arriba y solos, para así continuar arriba y poderosos?
Empero, si somos más detallados con las palabras de la Torá, seguramente nos sorprenderemos más.
Cuando el dignatario es llevado en su carro, o en su limosina, o simplemente se destaca en algún lugar, seguramente debe sentir cierto escozor si debe dejar el más mínimo espacio para compartir con otro, hacerse un poco a un lado para permitir que alguna otra persona también esté un poco elevado socialmente. ¿Cuánto más si la otra persona es otro líder?
La razón de esta aparente incomoda orden de la Torá es para enseñarnos algo acerca de los príncipes de las tribus de Israel, asimismo nos enseña una manera adecuada de cómo comportarnos nosotros, simples ciudadanos.
Esta puede ser la razón: cuando un líder sabe que está en esa posición no por propio beneficio, sino para favorecer a aquellos a quienes dirige, siente, cree, piensa en la gran responsabilidad que es la de ser líder.
Es decir, ser líder puede ser agradable, dar distinción, seguramente poder; pero el verdadero líder es empleado del pueblo; y no debería serlo de sus propias pretensiones y apetencias.
En caso de que el jefe comprenda y asuma esta pesada responsabilidad y enorme carga, lógicamente se sentirá feliz de tener a alguien a su lado que lo puede auxiliar en la fatigosa tarea. Seguramente sentirá que la exigencia compartida no es tan agobiante, y que de esta manera se puede progresar un poco más, que en soledad, poderosa pero sufriente.
Como estos líderes ideales fueron los jefes del antiguo Israel.
Ya en la terrible esclavitud de Mitzraim ellos habían puesto sobre sus espaldas la carga de sobrellevar al pueblo. En aquel oscuro pasado se los conocía como los "principales de las familias", es decir, los principales en sufrir los dolores de cabeza a causa de los innumerables pesares de todos sus conducidos. Ellos no sólo sufrían sus males personales y familiares directos, sino que también se hacían cargo de los problemas de los demás. Y no había ganancias, ni premios, ni títulos honoríficos, ni nada…sólo trabajo y compromiso con un elevado ideal.
Cuando llegó el momento de tomar posesión de cargos ‘honrosos’, en el principio del Sefer Bemidbar, ellos fueron simplemente congregados por sus nombres, sin necesidad de alardes, títulos o festejos de recepción. Es que sabían todos, ellos incluidos, quiénes eran, y para qué eran puestos en esos encumbrados cargos dirigentes.
Es por estas particularidades que ahora los vemos sentados codo con codo con el compañero dirigente, en una única carroza; aún si la propia tribu es diez veces más numerosa o poderosa. Ambos están juntos en la actividad de prosperar a sus dirigidos, de bien conducirlos.
Y a ambos no se los nota descontentos de compartir el carro, todo lo contrario, a pesar de las complicaciones, de las quejas, de los continuos problemas, una sonrisa se esboza en sus rostros: es que están satisfechos, saben que están haciendo lo que corresponde, y que además hay alguien que está al lado, para colaborar.
¿Quién sabe si alguien para agradecer?
Puntos sobresalientes de la parashá Nasó
Es la 35ª sidrá de la Torá.
En esta parashá se les asigna a los descendientes de Leví, las familias de Gershon, Kehat y Merari, sus tareas consagradas al servicio divino. También, para conocer el número de levitas del cual se dispondrá se efectúa un censo; este anuncia la presencia de ocho mil quinientos ochenta hombres adecuados.
Se establece que la persona en estado de impureza ritual debe permanecer hasta su purificación por fuera del campamento.
En cuanto a temas judiciales, se ordena que la persona que juró no haber tomado la propiedad de otro, cuando luego se comprueba lo contrario, debe compensar el precio del objeto apropiado más una quinta parte; aparte de ofrecer una ofrenda de expiación de la transgresión. En caso de muerte del acreedor, y de la no existencia de herederos, el pago se hace a un cohen.
Aquel marido que sospecha de la fidelidad conyugal, puede recurrir al cohen con su esposa y ofrendas para el Santuario. El cohen prepara una suerte de brebaje compuesto por agua ‘consagrada’ mezclada con un cierto polvo y una tintura. Si la esposa es fiel, el líquido no la afecta de ninguna manera; por el contrario, resulta en la bendición de concebir hijos. Pero en caso de culpabilidad, la infusión actúa como veneno; y la mujer queda deshonrada socialmente.
En esta parashá también se especifica la naturaleza del "nazir", que es la persona que promete abstenerse, por un cierto tiempo, de ciertos actos mundanos, como forma de dedicación Hashem. Los actos que se impone a sí mismo son: ingerir frutos de la vid; rasurarse el cabello, y entrar en contacto con cadáveres humanos. Al final del tiempo que decidió abstenerse, se afeita completamente y trae al Santuario ofrenda de expiación, para luego retornar a la vida ordinaria. En caso de no completar el período, debe recomenzar la cuenta, no sin antes rasurarse y traer la ofrenda.
Se estipula que los cohanim bendigan al pueblo.
En esta parashá se finaliza las obras del Mishkán y se inaugura el primer día de Nisan del segundo año después del Exodo. Los líderes de cada tribu traen un presente tribal al Mishkán, además de las donaciones personales de oro, plata y ofrendas animales y vegetales.