Vaierá 5782

Al comienzo de la parashá,  Abraham está sentado a la entrada de su tienda cuando más calor hacía, padeciendo al tercer día de su circuncisión, que recordemos se la hizo teniendo 99 años de edad.
De repente aparecen tres pordioseros vagando frente a él. Abraham corre a invitarlos a descansar en su hogar y les ofrece una comida sencilla. Pero luego los agasaja con una gran generosidad. Él  no sabe que esos tres son enviados del Todopoderoso, cada uno de los cuales estaba para cumplir una misión. De pronto, le dicen que pronto sucederá lo increíble: ¡Sará dará a luz a un hijo!
Ella escucha la charla detrás de una cortina y se ríe pensando que está vieja, su tiempo de concebir hijos naturalmente ha pasado.
Sin embargo, Dios le informa a Abraham que al cabo del tiempo natural, Sará ya tendrá un bebé en sus brazos.

Los ángeles se vuelven hacia Sodoma en la misión de Dios: Sodoma es una ciudad de pecado y maldad y Dios decide destruirla. Pero Abraham enterado del asunto, discute con Dios: «¿Cómo es posible que el Juez no haga justicia y mate al justo con el malvado? ¿Quizás hay cincuenta justos dentro de la ciudad?». Así comienzan las negociaciones entre Dios y Abraham sobre el número de justos que pueden mitigar el juicio Divino y provocar que sea salvada la ciudad malvada. Pero ni siquiera diez justos pertenecen a la ciudad, por lo cual, pronto será borrada de la faz de la tierra junto a las ciudades vecinas que la acompañan en su ideología y conducta destructivas.
Recordemos que el pecado del lugar era un enorme y abusivo egoísmo, una adoración del yo inflado y exageradamente valorado, lo cual llevaba al desprecio de la vida, de la diversidad, de la familia, de la generosidad. Se equivocan aquellos que dicen que el pecado de los sodomitas que llevó a tan extremo enojo del Creador tiene que ver con la homosexualidad, si bien las prácticas sexuales entre los del mismo sexo eran moneda corriente allí.

Los ángeles llegan a Sodoma. Están alojados en la casa de Lot, y la gente de Sodoma intenta sacarlos de allí y abusar de ellos. Lot protege a sus invitados y los ángeles se encargan de salvarlo a él y a su familia. Advierten a los fugitivos: ¡no miren atrás!
Fuego y azufre caen del cielo y la esposa de Lot miró hacia atrás, quedando convertida en una estatua de sal.

La parashá pasa al siguiente tema, que es cuando Abraham y Sara emigran y llegan a la tierra Guerar. Abraham nuevamente tiene miedo de que si se enteran de que él es el marido de Sara, lo matarán para que el rey Abimelej se quede con ella. Entonces, otra vez dicen que son hermanos. El rey le lleva a Sara y Dios interviene, aparece ante el rey en un sueño y lo reprende severamente. Le informa al rey que solo si Abraham ora por él, vivirá. El rey se disculpa, libera a Sara, le da a ella y a Abraham regalos. Abraham ora y Avimelej se salva.

Luego, la Torá nos cuenta que finalmente a la anciana pareja les nació un hijo, a quien le pusieron el nombre de Itzjac. En parte, como memoria de la risa de Sará cuando escuchó la noticia de que tendría de tan anciana a su hijo. Pero también indicando que ese niño es el que trajo por fin alegría al hogar.
Después del regocijo y el banquete vienen los celos y la competencia, pues la sierva Agar y su hijo Ishmael se comportan de manera muy díscola. Maltratan a Itjac, lo quieren llevar por un mal camino. Sara le pide a Abraham que expulse a Agar y también a su hijo. La petición hiere a Abraham, pero Dios le instruye: «Todo lo que Sara te diga, escúchale».
Entonces, Abraham expulsa a Agar e Ismael.
Los dos llegan al desierto donde se encuentran con el ángel de Dios que consuela a Agar, le asegura que el hijo crecerá y se hará más fuerte y entonces, se abren los ojos de ella y ve que hay allí un pozo de agua que les permitirá sobrevivir. Ishmael se hace experto en arquería y  se casa.

Luego la parashá nos cuenta de la alianza que establecen el rey Avimelej y Abraham hacen una alianza y fundan Beer Sheva.

Al final de la parashá tiene lugar una de las historias más famosas de la Torá. Dios prueba por décima oportunidad a Abraham con una dura prueba, esta vez le pide que eleve a su hijo, al querido, a Itzjac en el monte Moriá.
Abraham obedece y comienza a prepararse para sacrificar a su único hijo y luego, cuando el cuchillo ya ha sido levantado sobre el cuello de Isaac, ¡el ángel de Dios lo detiene y le dice a Abraham que no lastime a su hijo! Abraham superó la prueba y demostró su total lealtad a Dios. Dios lo bendice porque en virtud de su integridad, sus descendientes se multiplicarán y serán multitudes.

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