La parshá Haazinu es una de las más notables de la Torá, al menos por dos motivos.
La primera, visualmente se la distingue del resto del texto de la Torá, cuando nos fijamos en un rollo kasher de Torá. Alguien que no sepa leer una letra en hebreo, si abre un sefer Torá y echa un vistazo, de inmediato puede distinguirla. En lugar de líneas largas y párrafos completos, encontrará dos columnas largas de palabras cortas. Como si de una poesía se tratara.
Precisamente, es esta la segunda cuestión notable de la parashá, pues, efectivamente es una poesía, un canto, en su mayor parte. Es tan importante que su autor, Moisés, invita a que el cosmos entero le preste atención, tal como inicia la parashá: «Oigan los cielos que hablaré; que la tierra escuche, las palabras de mi boca».
El anciano Moisés está de pie ante los hijos de Israel, ellos pronto entrarán en la Tierra Prometida.
Él no los acompañará, ya no es más su líder político, pero los conoce y sabe que son impacientes e incrédulos, además que están acostumbrados a recibir ayudar para solventar todos sus inconvenientes. Es que, durante los cuarenta años de permanencia en por el desierto, les proporcionaron comida y agua, escucharon sus muchas quejas y se ocuparon de ellos, les brindaron refugio y protección; aunque, una y otra vez buscaron regresar a Egipto y resbalaban trágicamente de su fidelidad a Dios.
Su historia reciente pone en evidencia que ellos no eran precisamente un grupo fuerte y acostumbrado a lidiar con todos los desafíos que representa el asentamiento en una nueva tierra y el desarrollo de la vida en ella. Moshé tiene sus dudas, porque, aunque confía plenamente en Dios y que Él hará Su parte, teme por la conducta de su pueblo. Sabe que son como niños sin experiencia, como personas que han sido criadas evitando penurias y que por tanto no han aprendido a resolver las dificultades o sobrellevarlas de manera constructiva.
Moshé no estará con ellos para guiarlas, para aconsejarlos, para reprenderlos; por lo cual, compone esta poesía, que está plagada de advertencias, recuerdos y una descripción del futuro que les espera. Moisés trata de equiparlos para que tengan al menos las herramientas a mano, y que espera las puedan usar efectivamente llegado el caso.
Su más insistente reclamo es que no se aparten del camino de la Torá, que tengan siempre a manos las mitzvot y las cumplan.
Tal como si fuera un manual para la vida, un tutorial que les facilitará encontrar respuestas a las circunstancias de la vida.
En el poema encontramos enfatizada la importancia de la memoria, tanto la personal como la colectiva.
Que lo que aconteció no quede en el olvido, sino que se integre al bagaje intelectual y emocional de tal modo que sirva como aprendizaje y permita encarar el presente de manera más positiva y saludable.
También exhorta a recordar la grandeza de Dios y el bien que hizo por los hijos de Israel, como Él atendió a Israel como un padre a su hijo, con preocupación y devoción.
Moisés advierte a los hijos de Israel que no se olviden de Dios, porque un gran problema es la falta de agradecimiento.
Moisés teme que llegará el momento en el cual estén establecidos, viviendo tranquilamente, con buenas haciendas, llevando una vida de holgura y deleite, pero entonces, creerán que todo su bienestar es obra de sus manos. Se olvidarán de que hay un Socio, Dios, que es el que permite que los eventos sucedan y desemboquen en el estado de plenitud que disfrutan.
Esa ingratitud es muy dolorosa cuando la recibe una persona que ha hecho el bien a otro y no se le reconoce; metafóricamente, también Dios se duele por la ingratitud, lo cual llevará a que ocurran acontecimientos que les hagan perder su bienestar y sufran las consecuencias lógicas y naturales de vivir no siendo conscientes de la espiritualidad.
Por ello Moshé enfatiza que tengan memoria y sean agradecidos, con el prójimo, pero también con Dios.
Después de que Moisés termina de recitar el poema, les recuerda a los hijos de Israel: guarden la Torá, porque es su legado y un regalo de vida buena para todos los que se aferran a su mensaje.
Por último, Dios le recuerda que no entrará en la tierra. Moisés solo podía mirar la tierra desde el monte Nebó, desde el lado oriental del río Jordán.
Recordemos que esta semana comienza la festividad de Sucot, la cual dura siete días en Israel y en la Diáspora, siendo continuada de inmediato por Shminí Atzeret / Simjat Torá.
Una de las interpretaciones de esta festividad es la de recordarnos que el pasaje por el desierto fue seguido por el asentamiento en la tierra prometida, y que cuando los recursos son limitados, mejor dedicarlos a lo que tiene mayor valor y permanencia. Esto es también un tema que precisamente resalta en nuestra parashá.
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