Dice la Torá:
El Eterno le dijo a Moisés: ‘Sube a Mí al monte y espera allí, y te daré las tablas de piedra con la enseñanza (Torá) y mandamientos (mitzvá) que he escrito para instruirlos’.
(Shemot/Éxodo 24:12)
En el Talmud nos encontramos con un muy interesante pasaje al respecto:
Y el rabino Levi bar Ḥama dijo que el rabino Shimon ben Lakish dijo: Dios le dijo a Moisés: ‘Sube a Mí en la montaña y quédate allí, y te daré las tablas de piedra y la Torá y la mitzvá que he escrito para que puedas enséñarles ”(Éxodo 24:12), lo que significa que Dios reveló a Moisés no solo la Torá escrita, sino toda la Torá, ya que se transmitiría a través de las generaciones.
- Las ‘tablas’ son el decálogo que fueron escritos en las tablas del Pacto,
La ‘Torá’ son los cinco libros de Moisés.- La ‘mitzvá’ es la Mishná, que incluye explicaciones para las mitzvot y cómo se deben realizar.
- ‘Lo que he escrito’ se refiere a los Profetas y Escritos, que fueron escritos con inspiración divina.
- ‘Para que les enseñes’ se refiere al Talmud, que explica la Mishná, estas explicaciones son la base de las decisiones de la práctica halájica.
Este versículo enseña que todos los aspectos de la Torá fueron dados a Moisés desde el Sinaí.
(TB Berajot 5a)
Para el lector entendido en la materia, no resulta novedoso lo que aquí expuesto, sin embargo para muchísima gente que se aventura a leer, opinar, discursear acerca de «la Biblia», todo esto puede sonar a chino antiguo, a fantasía religiosa judía, o vaya uno a saber qué.
Así pues, daré una breve, brevísima, explicación.
Hay gente que tiene la noción de que lo que Dios reveló a través de Moshé fueron los (mal llamados) «diez mandamientos», que luego fueron grabados en las tablas de piedra.
Dije «los mal llamados diez mandamientos», porque en realidad son diez frases y NO diez mandamientos, ya hemos enseñado y aquel que desea puede buscar en serjudio.com y encontrará al respecto; por tanto, no me extenderé.
Así pues, alguien con una noción muy básica tiene en claro que Dios manifestó Su Voluntad a través de esos mal llamados «diez mandamientos»; pero, vuelvo a hacer una interrupción: ¡NO SON esos «mandamientos» que los cristianos publican y creen que son! Al leer el texto de la Torá, sin hacer trampas o falsas traducciones, verán que no dice nada de «amarás a Dios por sobre todas las cosas», ni tampoco aquello de «honrarás las fiestas del Señor»; entre otros disparates que son directamente heréticos, pues contradicen y abusan de la Palabra de Dios… en el supuesto nombre de Dios. Hasta aquí al respecto, no me extenderé.
Alguien que sabe un poquito más también recuerda que en la revelación del Divino Uno en el monte Sinaí también dio comienzo la escritura de la Torá por parte de Moshé. Esa escritura se continuó por 40 días con sus noches, completándose alrededor de 3/5 de lo que conocemos nosotros como la Torá, o el Pentateuco. El resto fue escrito 40 años más tarde, cuando se estaba por completar el trayecto de los israelitas desde que salieron de Egipto hasta que ingresaron a la Tierra de Santidad.
Igualmente, esos 2/5 escritos posteriormente tienen el mismo valor que los 3/5 escritos in-situ, en el monte; por tanto forman la MIKRÁ, la LECTURA; que es la manera tradicional y original en que era llamado el Pentateuco. Para visualizarlo, es ese famoso rollo con dos palos a cada lado, imagen tan típicamente identificada con el judaísmo.
Vaya uno a saber el motivo por el cual la MIKRÁ. al Torá escrita, quedó identificada como «la Torá».
Será que los humanos somos eminentemente visuales, y el rollo era algo que se podía ver. De hecho, es obligado para el pueblo judío congregarse para su lectura cada tanto tiempo. Es un libro dictado por el Divino para ser leído, no para estar adornando ningún sitio o ser usado como talismán. Es un libro que debe ser leído y estudiado y enseñado, siempre por aquellos a quiene conrresponde y compete.
Éste fue otro don entregado por el Creador a los judíos en Sinaí a través de Moisés.
Y hasta aquí llega el conocimiento general de las personas con respecto a esos dones sagrados.
Sin embargo, el que sabe y entiende un poquito más, tiene bien en claro que esa Torá escrita es solamente la parte visible del enorme iceberg que es «la Torá», puesto que su parte más abundante y profunda se encuentra no visible, de hecho es oral y se la conoce como, precisamente: «Torá oral». Es lo que en el versículo de Shemot que estamos comentando está mencionado como «mitzvá».
El conocedor medio sabe que esa palabra se traduce como mandamiento, precepto, ordenanza.
Resulta que la Torá oral es la que debe acompañar necesariamente a la Torá escrita, fueron dados por el mismo Autor al mismo tiempo; porque la Torá escrita queda a la intemperie sin el contenido de la Torá oral.
Vamos a ponerlo sencillo para hacernos comprender, aunque no sea por completo correcto como lo ejemplificaremos. La Torá escrita sería algo así como la Constitución de la nación, en tanto que la Torá oral (llamada acá miztvá) serían los códigos legales que explican y expanden las doctrinas contendidas en la Constitución.
Por ser Torá oral se imparte… oralmente: el maestro habla, el o los alumnos reciben. Por ser transmitida de esta manera dinámica, es evidente que hay lugar para preguntas, ampliaciones, aclaraciones, precisiones, etc. A diferencia del monolito que es el Decálogo, y la letra fija que es la Torá escrita, en la Torá oral hay fluidez, intercambio, vivacidad. Al mismo tiempo, hay peligro de cambios, olvidos, alteraciones y que no se pueden controlar tan fácilmente como cotejarlo leyendo lo que está escrito. En parte por esto es que los Sabios se lo tomaron tan en serio esto del estudio de la Torá oral, se comprometieron en su enseñanza, en su fidelidad al transmitirla, en su esfuerzo por recordarla sin alteraciones. Finalmente, por cuestiones de fuerza mayor, tuvo que ponerse por escrito varios siglos más tarde. El imperio romano había diezmado a los Maestros, perseguía a los alumnos, y otras crueldades que estaban haciendo peligrar muchas cosas del judaísmo, entre las cuales estaba la transmisión de la Palabra verbalizada del Señor y las enseñanzas que fueron sumándose de los maestros. Se conoce a esa inmensa obra que puso por escrito lo que no debía ser escrito como MISHNÁ, que viene de la palabra hebrea que significa intenso estudio y repetición.
La Mishná no tiene relatos, poesías u otras cuestiones como si tiene la Torá escrita, sino un compendio de reglas, como si fuera un Código Legal, más o menos sistematizado.
Hasta aquí lo que es evidente para el conocedor medio básico de lo que fuera entregado a Moshé en Sinaí.
Pero, Dios entregó dos cosas más al Maestro para que pudiera compartirlo con los israelitas: lo que eventualmente recibirían los profetas y escritores inspirados del resto de los libros del Tanaj, que es la mal llamada «Biblia judía»; así como las enseñanzas que elaboraron los Sabios en la extensa obra que se creó a partir del estudio, profundización y adecuación de la Mishná, en aquello que se dio a conocer como GUEMARÁ (enseñanza, en arameo).
El contenido exacto de los escritos de los profetas como de los libros inspirados, que forman el resto del Tanaj, evidentemente no le fueron revelados a Moshé, pues por ejemplo contienen historias de sucesos que pasaron cientos de años tras de su muerte. Entonces, ¿qué nos quiere decir la enseñanza que estamos explicando ahora? Pues, que la esencia de los mensajes de los profetas y escritores inspirados le fue entregada también a Moshé.
Daré un ejemplo. Moshé seguramente no tenía la más remota idea de quien era David y menos aún quien era Goliat, pues fueron dos personas nacidas cientos de años después; pero, estando en la conexión sagrada en el monte Sinaí, su espíritu recorrió todos los tiempos y lugares, de hecho, tenemos en el Talmud alguna que otra historia que nos cuenta de visitas al futuro que hizo ese Moshé espiritual junto a Dios. Por tanto, el Moshé terrenal dudosamente tuviera esas memorias en la mente, pero seguramente su chispa Divina las conoció y comprendió su conexión con ellas. Además, lo que Dios revelara como mensajes perpetuos a los profetas de la Verdad, esa esencia del mensaje Divino, ciertamente fue dado a Moshé en el monte Sinaí.
Daré un ejemplo. Muchos siglos más tarde el profeta Isaías declaraba amargamente:
«Dice el Eterno: ‘¿De qué Me sirve la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y del sebo de animales engordados. No deseo la sangre de toros, de corderos y de machos cabríos.»
(Ieshaiá/Isaías 1:11)
Eso evidentemente no lo dijo Moshé, ni aparece en la Torá que él escribió por dirección Divina. Sin embargo, la esencia del mensaje, la Verdad en esas palabras: ¡eso sí le fue revelado a Moshé! No para que lo escribiera, probablemente tampoco para que lo comentara a sus discípulos, pero como enseñanza de lo que es la Torá en su completud. Había que esperar al contexto necesario para que esas palabras fueran finalmente reveladas, por la persona indicada, a los receptores indicados.
Por último, los principios de interpretación de las escrituras fueron recibidos por Moshé y transmitidos para que se pudiera enseñar y aprender con coherencia. Eso es lo que está en la base de las discusiones y argumentaciones de la GUEMARÁ, que he mencionado unos párrafos más arriba.
Seguramente Moshé nunca se preguntó si podía usar el ascensor en Shabat, pero ya había recibido las claves para derivar leyes y reglamentos a partir de la Torá escrita y oral que recibió de boca del Eterno. (Boca en ese caso es una metáfora, obviamente. Pero nunca está de más aclarar, porque no faltan los idólatras y supersticiosos que quieren ver dioses mágicos y hombres divinos en todas partes).
La Guemará no busca presentar leyes ni sistematizar el código, sino busca la verdad, conectar con el Todopoderoso desde la limitación del hombre que lo busca con plena sinceridad y pasión. ¿Hay leyes? Sí, también, pero no es el objetivo en sí mismo del Talmud. El encuentro con el Padre a través de la investigación de Su Palabra y de Su Mundo, esa es la meta. El encuentro con la verdad a través de la conversación con uno mismo, con el otro, con Dios.
¿Las bases de esto? Las encontramos en el encuentro de Dios con Moshé, de Moshé con Dios en el monte Sinaí.
Un artículo muy interesante, Moré Ribco. Yo tengo una curiosidad: ¿Cuando se establezca el reino de Dios en la Tierra, se manifestará de nuevo la presencia de Dios en el Monte Sinaí, el monte sagrado? Es decir, ¿aquellos sabios judíos que quieran oír la voz de Dios, la podrán oír de nuevo en el Monte Sinaí? Gracias por su atención, Moré.