Esta semana leemos las parshiot Nitzavim y Vaielej juntas.
Si quieres puedes disfrutar la lectura de una breve introducción de las mismas, haciendo clic aquí, y encontrarás como tienen una gran relevancia para antes de los Iamim Noraim. Luego regresa para continuar con esta interesante lectura.
Ahora, te invito a conocer sus temas siguiendo el orden de aliot laTorá.
1ª aliá: Moshé reunió a toda la nación sin excepción para volver a explicar la base de nuestro pacto con el Eterno.
Se remontó en su relato hasta la primera promesa de Dios que hiciera a Abraham, pasando por los otros antepasados y extendiéndose a lo largo de 500 años de historia.
Les va mostrando como aquella relación especial de los hebreos con el Eterno se había confirmado a través de numerosas intervenciones de Dios, sea como milagros explícitos, como directivas y otras manifestaciones del Eterno interviniendo en los eventos humanos.
Pero Moshé advierte que en el futuro, cuando ya no se tuviera el privilegio de la Presencia Divina de manera cotidiana, entonces los judíos podrían negar su obligación personal de continuar la relación y las responsabilidades que la acompañan.
Por lo tanto, Moshé deja absolutamente en claro que cada generación está obligada a educar a sus hijos para que conozcan y acepten el pacto con él Eterno.
Si cada uno se encargara de educar con el ejemplo práctico a sus hijos, y también con las prédicas acertadas, entonces no debería ocurrir que hubiera judíos que por ignorancia dejen de lado la Torá y el modo de vida espiritual judío. Tristemente, ha ocurrido. Muchas veces fue el desconocimiento; en otras coyunturas fue una incorrecta enseñanza; en ocasiones fue la necesidad material; otras fue la búsqueda de alguna ventaja que se podía encontrar zafando de los límites del judaísmo, y sí, también hubo casos en los cuales fue la rebeldía la que provocó el rechazo de ese sagrado pacto con el Padre.
Pero, en la base necesariamente se encuentra una inapropiada enseñanza, porque cuando en la base hay una pequeña desviación, el resultado es una inmensa lejanía del punto de origen.
2ª y 3ª aliot: El maestro Moshé advirtió de los peligros de traspasar los límites que impone el código ético/espiritual. Acompañó sus enseñanzas con las terribles imágenes que él había atisbado de las consecuencias espantosas que acontecen cuando se pretende vivir torciendo el camino espiritual. Además, pidió que sus enseñanzas no fueran ignoradas, por el bien del individuo y del pueblo, pero la historia le ha dado trágicamente la razón.
Generaciones posteriores se preguntaron por la destrucción y la desolación que padecieron, tal como Moshé profetizó un montón de siglos antes. Por tanto, buscaron en las fuentes sagradas respuestas y se reencontraron con aquellas verdades y aquellas prácticas de sus antepasados.
Redescubrieron el concepto de Teshuvá, que se suele traducir como arrepentimiento, pero es más exacto entenderlo como el proceso por el cual uno regresa a la mejor versión de uno mismo. Es cuando se va acompasando el Yo Vivido con el Yo Esencial; lo que estamos siendo con aquella chispa Divina que realmente somos.
Entonces, en el momento de la Teshuvá, las otras profecías serán cumplidas, aquellas que atisbaron una existencia llena de bendiciones, tal como el Eterno había prometido.
Moshé nos asegura que la Torá es accesible a todos aquellos judíos y judías que realmente la deseen; la ignorancia y la falta de oportunidades para aprender nunca deben ser una excusa para andar por el camino del mejoramiento personal. En verdad, la esencia de la Torá está grabada en la NESHAMÁ (Yo Esencial, chispa Divina) de cada judío y judía; es el idioma del espíritu judío, tal como los Siete Mandamientos de las Naciones lo es para los gentiles. Por tanto, la Torá no hay que buscarla lejos, en lugares inaccesibles, con determinados místicos que la resguardan mágicamente; sino que la debemos buscar en nuestro interior. Como esta tarea suele ser muy compleja, pues hay muchísimos obstáculos que ha ido poniendo el EGO en el camino de la LUZ, entonces a veces será necesaria la ayuda de maestros de Torá, que ya hayan recorrido su propio trayecto un poco más, que hayan recibido asesoramiento de sus propios maestros. Así, la Torá en forma de libro y la Torá en forma de enseñanza, es la llave para abrirnos a la caja fuerte que está en nuestra interioridad y contiene el Mensaje de Dios para nuestra vida. Si has entendido la idea, habrás captado que en verdad el judío nunca “aprende Torá”, sino que está “volviendo a descubrir la Torá que ya sabía”.
4ª aliá: Dotado cada ser humano de libre albedrío está en nosotros la responsabilidad de elegir correctamente.Esto quiere decir que cualquiera sea nuestra decisión, debemos dar respuesta de lo que sucede como consecuencia de nuestros actos. No debemos poner la culpa en otros, ni reales ni fantaseados, sino hacernos responsables de nuestras decisiones.
Parshat Vaielej fue dicho el día 7 de Adar, 2488, el último día de la vida de Moshé, que coincidía con su cumpleaños número 120.
Estaba por partir físicamente de este mundo, pero su impronta jamás ha dejado de tener una tremenda influencia positiva, aunque han pasado 33 siglos.
Había llegado el tiempo para terminar su trabajo y asegurar una incuestionable transición de liderazgo a su alumno Iehoshúa. Que a nadie cupiera dudas quien estaría a cargo a partir de ahora de dirigir a los israelitas, de tomar el bastón de mano y liderar al pueblo rumbo a la toma de la Tierra de Promisión.
Cambiaría el director técnico, pero no el dueño del equipo, porque Dios no los dejaría, no los abandonaría a su suerte. Eso lo dejó bien en claro, para nadie corriera aterrorizado al faltarle el siempre presente Moshé. Que no ocurriera como cuando al creerlo desaparecido elaboraron un becerro de oro para que lo reemplazara. Ahora debía quedar muy claro, su lugar sería ocupado por su alumno Iehoshúa hijo de Nún de la tribu de Efraim. Pero ninguno de los dos, ni nadie, jamás podría reemplazar al Creador.
Es un mensaje que no por conocido carece de sentido su repetición.
Estaba llegando un momento de probables conflictos para los israelitas. Ahora no estaría la presencia de Moshé, por tanto deberían acostumbrarse a dirigirse directamente a Dios. Por otra parte, estaba comenzando una etapa en la cual los milagros irían decreciendo, tanto en magnitud como en regularidad, lo que podría llevar a los israelitas a perder de vista el accionar del Padre favoreciéndolos, pudiendo ellos pasar a creer que eran bendecidos por otras deidades, o quizás no había nada más que la naturaleza.
5ª aliá: Al escribir todo el texto de la Torá, confiándolo al cuidado de los Kohanim y explicando la mitzvá única de Hakhel (reunión), Moshé esperaba que la gente mantuviera la perspectiva de su dependencia del Eterno. Los Kohanim representaron la presencia continua de: «el Eterno en medio del campamento». Como maestros y modelos a seguir, mantuvieron a una nación dispersa y descentralizada enfocada en sus misiones nacionales e individuales. Una vez cada 7 años, toda la nación debía reunirse en el Beit Hamikdash, para participar en una recreación de la entrega de la Torá. Esta expresión nacional de devoción serviría como un recordatorio esencial de que la adhesión a la Torá es la razón por la que la nación ocupó y retuvo la tierra.
6ª y 7ª aliot: Moshé y Iehoshúa fueron convocados a la Ohel Moed (tienda de reunión) y les comunicó Dios el duro futuro. A pesar de todas las advertencias, la gente pecaría y perdería de vista su dependencia del Eterno. Serían castigados, y en lugar de aceptar la responsabilidad por las consecuencias que causó su negligencia de los mandamientos del Eterno, tendrían el descaro de culpar a la ausencia y negligencia del Eterno por las calamidades y desastres que les han sucedido.
Serían entonces las palabras de este “Cantar” (la Torá) las que darían testimonio de la realidad de su deserción del Eterno y las consecuencias inevitables que habían sido advertidas en esta Torá.
Iehoshúa fue animado para que fuera fuerte y valiente y dirigir a la nación con la misma devoción que Moshé había mostrado.
La Torá, escrita por el mismo Moshé, fue luego colocada en el Arca sagrada como prueba de la verdad de todo lo narrado y la validez perenne del sagrado pacto entre Dios y el pueblo judío.