Si tú fueras Dios

Por Rav Aryeh Kaplan  ztz»l (1)

 

El problema:

Se te da una isla donde habitan varias tribus.

Por naturaleza estas tribus son guerreras. Esto trae como resultado el que haya mucho sufrimiento en la isla, causado por las guerra, la pobreza y el prejuicio.

Han vivido de esta forma durante siglos sin ninguna señal de progreso.

Tu responsabilidad:

Tratar de mejorar esta sociedad.

Enseñarles a sus miembros a vivir juntos en armonía y reducir el sufrimiento a lo mínimo o eliminarlo por completo.

Crear una sociedad sana.

Tus recursos:

Tienes todos los recursos que la alta tecnología puede ofrecer.

Tienes la isla entera bajo tu supervisión y puedes ver lo que está pasando en cualquier lugar en cualquier momento.

Tienes herramientas para crear nubes y puedes plantar explosivos por debajo de la tierra. Dentro de lo normal, puedes controlar el clima, las inundaciones, los volcanes y los terremotos, y puedes producir cualquier fenómeno natural.

También tienes las herramientas que se pueden usar para implementar ideas por medio de sugestión subliminal. Puedes introducir ideas en poblaciones enteras o a un cierto grupo de líderes.

Sin embargo, debes tomar en cuenta las severas limitaciones de la sugestión subliminal. Si tratas de implementar ideas que van en contra de la naturaleza básica de la población, serán completamente rechazadas y tus esfuerzos serán en vano.

Tus restricciones:

Bajo ninguna circunstancia los nativos de la isla pueden estar conscientes de tu presencia.

Esto precede cualquiera de las otras consideraciones.

El shock cultural causado por revelarte a ti mismo destruiría la estructura social de la isla. Causaría mucho sufrimiento y cancelaría cualquier bien que pudieses lograr.

Los nativos se reducirían a un estado de dependencia casi vegetal, de lo cual sería muy difícil que se recuperaran. Si llegaran a recuperarse, probablemente se rebelarían tan violentamente que eliminarían cualquiera de los valores positivos que originalmente tenían.

Por lo tanto la restricción de no revelarte a ti mismo debe ser cumplida sin excepción bajo toda circunstancia.

Pero fuera de esta restricción, tienes la libertad de proceder humanamente o violentamente de la forma que quieras.

En resumen, tienes la posibilidad de jugar a ser Dios.

¿Qué harías?

Las preguntas

Mucha gente dice que en estos días es muy difícil creer. Vivimos en una generación que ha visto el brutal asesinato de seis millones de personas. Hemos visto niños quemados en Vietnam, bebes muertos de hambre en Biafra y una nación sistemáticamente diezmada en Bangladesh. Vemos hambre, pobreza y desigualdad donde quiera que vayamos. La gente buena sufre y la deshonesta parece estar muy bien.

Mucha gente pregunta lo que parece ser una pregunta legítima: ¿Por qué permite Dios estas cosas? ¿Por qué no hace algo al respecto?

Hasta cierto punto, la respuesta debe ser obvia. Es el hombre y no Dios quien trae la mayoría del mal al mundo. Dios no hace guerras – los hombres las hacen. Dios no mató a 6 millones de personas – el hombre lo hizo. Dios no oprime a los pobres – el hombre lo hace. Dios no tira napalm – el hombre lo hace.

Pero la gente regresa y discute que esto no contesta realmente a la pregunta. El dilema básico permanece: ¿Por qué creo Dios la posibilidad del mal? ¿Por qué deja que exista?

Para empezar a entender esto debemos de entender el propósito mismo de la creación.

Este propósito requiere una criatura responsable de sus propias acciones. Esto a su vez requiere que la gente tenga libre albedrío.

Si Dios hubiera querido una raza de títeres, entonces hubiera creado títeres. Si hubiera querido robots hubiera creado robots. Pero esto no es lo que Dios quiso. Quiso seres humanos, con libre albedrío, responsables de sus acciones.

Imagen de Dios

Pero en cuanto tienes libre albedrío, tienes la posibilidad del mal.

Cuanto más lo probamos, más claro esto se hace.

Ante nuestro mejor entendimiento, Dios creó el universo como un acto de amor. Fue un acto de amor tan inmenso que la mente humana no puede entenderlo. Dios creó el mundo básicamente como un vehículo que le permitiese depositar Su bien.

Pero el amor de Dios es tan grande que cualquier bien que deposita debe ser el máximo bien posible. Menos que esto no sería suficiente.

Pero ¿cuál es el bien máximo? ¿Cuál es el bien supremo que Dios pudo depositar en Su creación?

Si piensas por un momento la respuesta debe ser obvia. El bien supremo es Dios mismo. El bien máximo que Dios puede depositar es Él mismo. No hay mayor bien que el lograr un grado de unidad con el Creador. Es por esta razón que Dios le dio al hombre la posibilidad de parecerse a Él.

Es por eso que Dios le dio al hombre libre albedrío.

Así como Dios actúa como un ente con libre albedrío, así también lo hace el hombre. Así como Dios opera sin restricciones, así también el hombre. Así como Dios puede hacer el bien como resultado de Su elección, también puede el hombre. De acuerdo con muchos comentaristas, este es el significado de que el hombre fue creado a «imagen» de Dios.

Libertad de elección

Pero si el propósito de Dios no permite que el hombre sea un robot, tampoco le permite ser un prisionero.

Así como el hombre tiene libre albedrío, también tiene que tener libertad de elección. Un hombre encerrado en una prisión puede tener el mismo libre albedrío que todos los demás, pero no puede hacer mucho al respecto. Para que el hombre se asemeje a su Creador lo más posible, debe existir un lugar en donde tenga la máxima libertad de elección. Cuanto más el hombre se asemeje a Dios en su omnipotencia, más se asemejará a su libre elección del bien.

Para que esta libertad de elección sea real, Dios tuvo que crear la posibilidad del mal. Si sólo el bien fuese posible, no produciría ningún beneficio. Usando una metáfora Talmúdica, sería como cargar una lámpara a plena luz del día. El Zohar dice: «la ventaja de la sabiduría viene de la oscuridad. Si no hubiera oscuridad, entonces la luz no sería discernible y no produciría ningún beneficio… Por eso está escrito: «Dios ha hecho una cosa opuesta a la otra» (Eclesiastés 7:14).

Así como el propósito de Dios no permite que el hombre sea un prisionero físico, tampoco le permite vivir en una prisión intelectual. ¿Cómo se comportaría una persona si Dios se revelara constantemente? ¿Sería libre? Si el hombre estuviera todo el tiempo consciente de que está parado frente al Rey, ¿acaso podría ir en contra de Su voluntad? Si la existencia de Dios fuera constantemente evidente, esta conciencia haría al hombre un prisionero.

Esta es una de las razones por las cuales Dios creó el mundo para que siga leyes naturales, y de esa forma se oculta. Por eso nos enseñan nuestros sabios que «El mundo sigue su patrón natural, y los tontos que hacen el mal eventualmente serán juzgados».

Este es el concepto de Shabat. Después del acto inicial de la creación, Dios se retiró (por decirlo así) y permitió que el mundo opere de acuerdo a las leyes de la naturaleza que Él creó. El «reloj» ya estaba hecho y se le había dado cuerda, y ahora con un mínimo de interferencia podía funcionar. Cuando observamos el Shabat, similarmente nos abstenemos de interferir y hacer algún cambio permanente en el orden de la naturaleza.

El árbol del conocimiento

Pero se puede profundizar aún más todavía. Se puede preguntar: ¿Por qué permitió Dios tanto mal en la naturaleza humana? ¿Por qué es tan natural para el ser humano oprimir a su semejante y hacerlo sufrir?

Pero aquí también, nos tenemos que dar cuenta de que el área de acción del hombre es el mundo físico y por lo tanto debe ser parte de un universo en donde la presencia de Dios está oculta. La parte espiritual del hombre puede habitar en los mundos más trascendentales, pero el cuerpo del hombre es esencialmente el de un animal. Nuestros sabios nos enseñan que el hombre toma parte tanto de los animales como de los ángeles. El Zohar va un paso más allá y dice que aparte del alma divina que separa al hombre de las formas más bajas de vida, el hombre también posee un alma animal.

Cuando el hombre fue recién creado, había una armonía básica entre estas dos partes de su naturaleza. Su intelecto y su naturaleza animal eran capaces de existir conjuntamente sin ningún conflicto intrínseco. Tenía la oportunidad de vivir en armonía con la naturaleza usando sus energías físicas para lo espiritual. Sin embargo, en este Jardín del Edén había un elemento de tentación. El destino del hombre era trascender su naturaleza animal a un plano espiritual. Pero también tenía una tentación de trascenderlo en un plano físico, de comer del árbol del Bien y el Mal.

El hombre se dejó llevar por esta tentación.

Este conocimiento entró entre los dos elementos básicos del hombre, el animal y el humano. El hombre ya no era más como el animal, unido a la naturaleza, en armonía con su naturaleza básica. Todavía tenía todos los deseos, tentaciones y la naturaleza agresiva de un animal. Pero también adquirió la habilidad de utilizar su intelecto para que su naturaleza animal fuese dirigida en contra de sus semejantes. Es este conflicto entre la naturaleza animal y la humana la que empujo al hombre en dirección del mal. Por lo tanto, se nos enseña que es la naturaleza animal del hombre la que es responsable del Ietzer HaRá, el mal en el hombre.

Pero aquí otra vez, Dios no puede ser culpado.

La decisión de tomar parte del árbol del Conocimiento – de trascender su naturaleza animal en un plano mundano – fue la decisión que el hombre tomó como resultado de la libre elección.

En cuanto el hombre tomó parte del árbol del Conocimiento, supo lo que es bueno y malo. La moral se hizo una cuestión de conocimiento y elección consciente, en lugar de ser la naturaleza básica del hombre. A partir de ese momento tuvo que luchar con una nueva naturaleza, donde el animal y el ángel dentro de él están en conflicto.

Avances tecnológicos

Pero podemos ahondar aún más. Podemos preguntar: ¿Por qué no se hizo al hombre de una forma mejor? ¿Por qué no hizo Dios al hombre de una forma que sea más ángel y menos animal?

Aquí otra vez, la culpa fue del hombre. Nuestros sabios nos enseñan que la prohibición en contra de probar la fruta del árbol del Conocimiento era sólo temporal. La naturaleza espiritual del hombre estaba desarrollándose gradualmente de una forma que eventualmente hubiera estado lo suficientemente fuerte como para dominar sus instintos animales. Cuando habría llegado a este momento, hubiera podido tomar parte del árbol del Conocimiento sin poner en peligro su esencia espiritual.

El hombre estaba en verdad destinado a ser más ángel y menos animal. Sin embargo, esto iba a ser un proceso gradual. Fue abortado por la impaciencia del hombre al tomar el «conocimiento» antes de tiempo. Fue este conocimiento el que le trajo el conflicto con su naturaleza animal y detuvo su desarrollo espiritual, haciendo dominante a la bestia.

Este argumento corre a través de toda la historia de la humanidad. El conocimiento del hombre le dio una tecnología con la que puede crear instrumentos de destrucción, pero su fuerza moral no es lo suficientemente fuerte como para evitar que los utilice erróneamente. Esto ha llegado a su tope en nuestra generación, donde el hombre tiene el poder de destruir el planeta entero, ya sea por medio de armas nucleares o envenenando el ambiente. El conocimiento le da al hombre un poder tremendo, pero aún no ha entendido cómo utilizar su poder para el bien. Esta es la razón por la cual la era mesiánica debe llegar pronto. Sólo entonces el hombre aprenderá a usar su conocimiento para el bien.

Hasta que llegue ese momento, el hombre enfrenta este gran dilema. Tiene el conocimiento de crear grandes sociedades, pero siempre se salen de control y se degeneran. Puede hacer grandes avances tecnológicos, pero no tiene la fuerza moral de usarlos para el bien. Uno de los comentarios más tristes sobre el predicamento humano es el hecho de que muchos de los avances tecnológicos más avanzados se han hecho para continuar con la causa de la guerra.

Reacción a los milagros

Sin embargo, parece todavía que la pregunta sigue en pie. Hay que reconocer que el hombre tiene una naturaleza mala y es su culpa. Pero ¿por qué no interfiere Dios? ¿Por qué no abre las puertas del cielo y detiene este mal? ¿Por qué no mandó un trueno y acabó con los campos de concentración? ¿Por qué no manda un tipo de maná a los niños que se están muriendo en Biafra y Bangladesh? ¿Por qué no detuvo las bombas de napalm para que no quemen a niños vietnamitas inocentes? ¿Por qué no hace un milagro y hace desaparecer todas las bombas nucleares? Después de todo es Dios. Seguro que lo puede hacer, ¿por qué no lo hace?

Sin embargo, se nos enseña que una sobre abundancia de luz no rectifica las vasijas sino que las rompe.

¿Qué le pasaría a nuestra sociedad si de repente empezaran a ocurrir milagros? ¿Cómo reaccionaríamos?

¿Podríamos vivir nuestra vida cotidiana como si no hubiese pasado nada? ¿Acaso las vastas y complejas estructuras sobre las cuales está basada nuestra sociedad continuarían existiendo si esta conciencia de Dios fuese de repente puesta sobre nosotros?

Toma una ciudad como Nueva York. Toma el esfuerzo de miles de personas el proveer la comida y demás necesidades de una ciudad tan grande, y otros miles de personas para transportar estas necesidades. Se precisa otro ejército para proveer a la ciudad de agua, electricidad, calefacción y para remover la basura. ¿Acaso podría sobrevivir esta estructura la conciencia de milagros? Y si no, ¿acaso no sería el sufrimiento mayor? Si Dios empezara con su intervención milagrosa, ¿acaso no lo tendría que hacer por completo? De hecho, esto probablemente pasará en la época mesiánica, pero para ese entonces el tiempo será el indicado.

¿Cómo reaccionaríamos nosotros ante los milagros? Probablemente de manera similar a la forma en que las sociedades primitivas reaccionaron a los «milagros» de aquellos que eran más avanzados. La primera reacción es de shock, o lo que los sociólogos llaman shock cultural. Los nativos primero pierden interés de todo y se hacen completamente dependientes de la cultura más avanzada. Dejan de tener una mente propia y desarrollan una apatía en que la vida continua carente de significado. La degeneración del orgulloso y autosuficiente nativo es tanto trágica como inevitable.

Si una sociedad no está completamente destruida por el shock cultural inicial, entra en otra etapa de rebeldía. La cultura primitiva se rebela tanto en contra de los invasores como de sus valores. Esta es la razón por la cual muchos misioneros acabaron en una olla.

Si el hombre se asemeja al animal, entonces se asemeja a un animal salvaje en lugar de a uno doméstico. Es el destino del hombre ser libre, y no estar sujeto a otros hombres. Por lo tanto, el resultado inevitable de la introducción de una cultura más elevada es la destrucción de la cultura primitiva.

Cuando una cultura más elevada es introducida, la reacción inicial de los nativos es domesticarse, ser como borregos o vacas. Si la domesticación es completa, la humanidad del nativo se desvanecerá hasta que asimile la cultura dominante. De otra forma, los nativos se rebelan y reestablecen su humanidad natural.

Lo mismo es esencialmente cierto de nuestra relación con Dios. Mientras esté oculto, podemos luchar para buscarlo y alcanzar lo divino. Pero hacemos esto como resultado de nuestro libre albedrío y no estamos abrumados por ello. Pero si Dios se revelara, entonces el hombre ya no podría existir como un ente con libre albedrío. Sabría que siempre ha estado bajo el escrutinio de su amo y eso lo haría sentirse más bajo que un humano. Se convertiría en un tipo de mascota o robot, con un ingrediente esencial de su humanidad destruido. La única alternativa sería la rebelión.

Habría demasiada luz y las vasijas se quebrarían.

Revelación nacional

Sólo hubo un momento en el cual Dios literalmente se reveló y cambió el curso de la historia. Esto fue en el Éxodo de Egipto, donde realizó milagros tanto en Egipto como en el mar Rojo. Este episodio tuvo su clímax en la revelación en Sinai, donde una nación entera literalmente escuchó la voz de Dios.

¿Qué paso entonces ahí?

La primera reacción en Sinai fue de shock. La gente simplemente no pudo soportar la majestuosidad de la palabra de Dios, nuestros sabios nos enseñan que sus almas literalmente los dejaron. Su reacción está expresada en el relato Bíblico del Sinai, donde inmediatamente después le dijeron a Moisés (Éxodo 10:16) «Tú nos hablas a nosotros y nosotros escucharemos, pero no dejes que Dios hable más con nosotros, pues moriremos».

Cuando la gente se sobrepuso a su shock inicial, procedieron a la siguiente fase, aquella de rebelión. Esto tomó lugar 40 días después de la revelación en el Sinai. Se fueron en contra de Dios y sus enseñanzas, al servir al Becerro de Oro. Habían escuchado los Diez Mandamientos de Dios mismo 40 días antes y ahora estaban violando cada uno de ellos.

Aprendemos una lección muy importante de esto. Que Dios se rebele a sí mismo a una «vasija» no preparada, puede hacer más mal que bien. Esta es una razón importante por la cual Dios no muestra Su «mano».

Mucha gente dice que creerían si sólo pudieran atestiguar alguna señal o algún milagro. La experiencia en el Sinai nos enseñó que aquello no es suficiente si la gente no quiere creer.

De todo esto podemos empezar a entender una de las restricciones básicas que Dios se impuso sí mismo. Es un Dios oculto, y no se revela a sí mismo. Esto es necesario por la psicología del hombre y por el propósito mismo de Dios en la creación. Dios sólo se revela a sí mismo ante aquellas personas cuya fe es tan grande que la revelación no les hace ninguna diferencia en su creencia. Como Maimónides escribe: la única excepción a esta regla fue el Éxodo.

Las soluciones

Tomando en cuenta las restricciones más básicas de Dios, podemos ahora tratar de ponernos en Su lugar.

Nuestra restricción más básica es que no revelemos nuestra mano.

Tomando esta restricción en cuenta, podemos regresar a nuestro problema inicial, e imaginar un microcosmos en donde estamos en la posición de jugar a ser Dios.

Este problema fue discutido en diferentes grupos y mucho de lo que sigue es el resultado de sus conclusiones. Sin embargo, antes de seguir leyendo, puede ser bueno que vuelvas a leer el problema y trates de hacer tus propias conclusiones.

Muchas discusiones giraron alrededor de soluciones que incluían cosas como un inmenso juego de ajedrez con la Isla entera como tablero. Habrían movidas y contra movidas con una estrategia de tratar de manejar a los nativos a la posición deseada. Como un experto en ajedrez, tratarías de mantener el control del juego en todo momento. Tu «victoria» sería obtener el resultado deseado.

Mientras tienes los recursos suficientes para eventualmente ganar, inmediatamente se hacen aparentes ciertos problemas. El mayor problema es que cada movida puede tomar décadas o inclusive siglos. Puede que obtengas resultados, pero es un proceso muy largo y desgastador. Puede que tengas todo el tiempo del mundo, pero cada año hay más sufrimiento.

Hay un problema aún más profundo. Inclusive más importante que influenciar eventos, nuestro objetivo más importante es cambiar los valores de los nativos. Sin embargo, inclusive que una lección pueda ser estudiada por una generación, podrá ser igual de olvidada por la siguiente generación. Crear valores positivos como una parte integral de la cultura de la isla es una recomendación formidable.

Una sugerencia constante en estas discusiones incluyó la infiltración. Trataríamos de influenciar la isla a través de infiltrados. Mientras que no fuera obvio, estaría dentro de las normas.

Tal infiltración podría servir para dos propósitos. Primero que nada podríamos usar a los infiltrados como ejemplo. Ellos podrían hacer una sociedad modelo y si perdura lo suficiente podría interesar a la gente y darles ganas de emularla o aprender de ella.

Los infiltrados también podrían servir para enseñarles directamente a los nativos. Parte de su cultura sería gradualmente introducida en la isla elevando su nivel moral. Esto podría acelerar rápidamente la conclusión del juego.

Estos infiltrados siempre estarían en una posición de gran peligro. Operando bajo otro sistema de valores, siempre serían considerados como extranjeros. Cuanto más su mensaje se desviase de aquel de la mayoría más resentidos estarían en contra de ellos. Al esparcirlos en la isla para enseñar su mensaje, muy probablemente, serían perseguidos como minoría. Por las reglas del juego, habría muy poco que podrías hacer para ayudarlos.

Como mucho, jugarías tu juego de una forma en la que tratarías de protegerlos lo más posible. Por el miedo de revelar tu mano, la comunicación con tus infiltrados tendría que ser mínima. Tendrían que vivir en esta isla por muchas generaciones, dispersos entre los nativos y tendrías que poner diversas medidas de seguridad para impedirles que se asimilen a los valores corruptos de la isla. Hasta cierto punto, su status de minoría perseguida probablemente ayudaría para prevenir tal asimilación. Pero esencialmente, tendrían que jugar su rol ignorando tu estrategia general.

Gradualmente, los habitantes de la isla tomaran conciencia de tu presencia. Una vez que el juego haya acabado, podrás revelar tu presencia. Los infiltrados también serán revelados. Como parte de tu organización, se convertirán en los líderes naturales y maestros de la isla.

La conclusión

Como lo habrás adivinado, examinar este microcosmos nos da un entendimiento considerable de la forma en la que Dios interactúa con el mundo. Dios está trabajando para traer al mundo a un estado de perfección, lo que es en nuestra tradición la promesa mesiánica. Es un proceso lento, donde Dios constantemente dirige las fuerzas de la historia hacia este fin. El «juego» es esencialmente la historia de la humanidad.

Probablemente también hayas reconocido a los infiltrados. Ellos son el pueblo judío, a quienes se les dio las bases para una sociedad perfecta en las enseñanzas de la Torá. Una sociedad viviendo de acuerdo a estos principios divinos puede ser el ejemplo de una sociedad sana; libre de las enfermedades sociales de las culturas que la rodean.

Cuando Dios dio la Torá, le dijo al pueblo judío (Levítico 20:26) «Tendrás que ser sagrado para Mí, por que Yo Dios soy sagrado, y Yo te he apartado de las naciones para que tu seas mío». Es la misión de Israel el dar el ejemplo, como la Torá ordena (Deuteronomio 4:6) «Deberás observar estos (mandamientos) cuidadosamente y mantenerlos ya que son tu sabiduría y tu entendimiento en los ojos de las naciones. Cuando escuchen todos estos estatutos, dirán, seguro que esta gran nación es un pueblo sabio y con entendimiento».

Es nuestra labor el dar testimonio del plan de Dios para la humanidad, así como lo encontramos en Isaías 43:10: «Ustedes son mis testigos, dice Dios, y mis sirvientes, a quien he escogido». De la misma forma, Dios le dijo a Su profeta «Yo, Dios te he llamado en rectitud… y te he designado para ser un convenio para los pueblos, de ser una luz para las naciones» (Isaías 42:6). Por lo tanto se nos enseña que Israel es como el corazón de la humanidad, constantemente latiendo e infundiendo a toda la humanidad con fe en Dios y sus enseñanzas.

Fue en este espíritu en el cual el judaísmo le dio origen tanto al cristianismo como al islam. Aunque muy lejos de la perfección, estas religiones son un paso en el camino que se aleja del paganismo. El paso final está aún por ser dado.

Sin embargo, más importante aún, es el hecho de que el pueblo judío, al menos aquellos que cuidan la Torá, continúan siendo un ejemplo de una sociedad perfecta diseñada por Dios. La Torá y sus mandamientos, de hecho, representan la sabiduría máxima en perfeccionar la sociedad humana. El justo (tzadik) es lo más cercano a lo que denominamos un ser humano perfecto.

La posición única de Israel por haber aceptado la Torá de Dios eventualmente resultará en la disolución de todas las otras culturas. También resultará en ganarse temporalmente el odio de estas culturas. Nuestros sabios nos enseñan que así como una aceituna debe ser machacada antes de sacar su aceite, de la misma forma Israel es generalmente perseguido antes de que su luz brille.

Preguntas y respuestas

Vivimos en una época de muchas preguntas. Los periódicos y la televisión traen los horrores del mundo a nuestras puertas y a nuestras salas. Lo que una vez estaba bloqueado por las barreras de la distancia intercontinental está ahora frente a nuestros ojos. Vemos el sufrimiento, la matanza y el hambre, y preguntamos ¿cómo Dios puede tolerar ese mal? Para el judío la pregunta de los 6 millones siempre está presente en cualquier discusión.

Para aquel que entiende la profundidad del judaísmo, no hay pregunta. Cuando has probado la razón de la existencia y el propósito de la creación, no sólo encuentras respuestas, sino que las preguntas mismas dejan de existir.

Uno de los grandes líderes judíos del siglo pasado fue el Klausenberger Rebe. Perdió a su esposa, hijos y familia a manos de los nazis, y él mismo pasó dos años en Auschwitz. Sin embargo, salió de ahí para traer a una generación entera de refugiados de campos de concentración de regreso al judaísmo, fundó una comunidad en Williamsburg y eventualmente construyó un asentamiento en Israel.

Yo habitualmente escuchaba a este gran líder hablar de los campos de concentración y de los seis millones de personas. Hay lágrimas y tristeza, pero no hay preguntas. Aquí tenemos a un tzadik cuya mente puede ver más allá de lo inmediato. Cuando la mirada de uno está en lo Supremo, realmente no hay preguntas.

La cosa más importante que debemos recordar es que Dios es el bien supremo y por lo tanto, inclusive el peor mal se convertirá eventualmente en bien. Muchos seres humanos hacen el mal, pero esto será redimido por Dios y finalmente será convertido en bien. El Talmud nos enseña que en este mundo debemos bendecir a Dios tanto por el bien como por el mal, pero en el mundo venidero, vamos a darnos cuenta de que no hay nada más que bien.


(1) Se publica por ser lectura recomendada en el artículo https://serjudio.com/rap1651_1700/rap1678.htm , 

tal y como se hizo por recomendación años atrás en FULVIDA: https://fulvida.com/2013/10/31/inmortalidad-y-alma-aryeh-kaplan/

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