Parashat Ki Tetzé 5767

Shabbat: Elul 11, 5767; 25/8/07

Un comentario de la Parashá Ki Tetzé (Devarim 21:10 – 25:19)
*El pobre pobre*

Baruj habá, comencemos a estudiar un tema muy interesante, entre las decenas que nos presenta la parashá esta semana.
Leamos juntos:

«Cuando siegues tu mies en tu campo y olvides en el campo una gavilla, no regresarás para tomarla.
Será para el forastero, para el huérfano y para la viuda; a fin de que el Eterno tu Elokim te bendiga en toda la obra de tus manos.»
(Devarim / Deuteronomio 24:19)

Como has de saber, en la Torá se ordenan ciertas acciones favorables que debemos tener hacia el menos favorecido materialmente:

  • Dos veces cada siete años se les entrega el diezmo reservado para pobres y necesitados.
  • Se debe hacer Tzedaká, justicia social o al menos caridad.
  • Se debe pagar lo justo y en fecha al jornalero.
  • No se ha de dejar desprotegido al prójimo necesitado.

Entre otras.
Pero además, la Torá determina que los dueños de sembradíos en la tierra de Israel deben cumplir con otros tres preceptos que sirven para beneficiar al pobre:

  • Pea, la esquina de su campo.
    Se debe dejar una porción del terreno sembrado para que cosechen los pobres.
    Los tamaños, cantidades, etc. quedan marcadas por la halajá.
    Lo fundamental de este precepto es que el dueño no considera como suya la producción de esa sección del campo, sino que queda a disposición del necesitado, quien a través de su propio esfuerzo de cosecha recogerá su ganancia.
  • Leket, lo que se cae al recoger.
    Cuando por descuido caen uno o dos tallos de granos al cargar la cosecha, se deben dejar en el suelo, para que venga el pobre y los tome y se los adueñe.
    Si cayeran más, el dueño del campo tiene todo el derecho a recogerlos, pues ya se considera como un perjuicio a su economía en vez de una acto de bondad.
  • Shijejá, lo que se olvida.
    Si al cosechar el dueño del campo se olvida de una o dos gavillas pequeñas, no debe volver a buscarlas, sino que las debe dejar allí para que las recoja el pobre, y se apropie legalmente de ellas.

¿Cuál es el denominador común de estos tres preceptos?
Para responderlo te recuerdo que el grado máximo de la Tzedaká es ayudar a que el prójimo pueda sostenerse por sí mismo, y no que dependa de la misericordia ajena.

Entonces, la respuesta es que en todos estos preceptos el necesitado no se mantiene en un rol pasivo, a la espera de que alguien lo beneficie, de que venga un «superior» a alimentarlo.
Aquí el pobre debe hacer su parte, debe trabajar, debe asociarse con su esfuerzo para gozar de su beneficio.
Para recibir Tzedaká lo único que precisa hacer el pobre es extender su mano abierta hacia arriba, sumisamente, pasivamente.
Para obtener las ventajas de Pea, Leket y Shijejá el pobre debe trabajar, poco o mucho, debe tomar la iniciativa y actuar; de lo contrario, los frutos de la tierra permanecerán hasta su pudrición en el campo del vecino.
Esta obligación de poner de su parte, aunque sea poco, permite que el pobre goce de su trabajo, que no sienta la total humillación y vergüenza de ser mantenido por otro.

Existen sociedades en las cuales se comprende erróneamente el concepto de «justicia social», y se beneficia a los pobres sin requerir de ellos ninguna actividad compensatoria o responsabilidad.
Son sociedades paternalistas, en las que aparentemente se está cuidando y favoreciendo al necesitado, pero esto no es verdad. Lo cierto es que se está provocando una intensa apatía, un ánimo derrotista, un sentimiento de minusvalía que genera mayores malestares sociales. Lo cierto es que si se crearan puestos de trabajo para compensar al obrero por su labor, las sociedades florecerían con mayor justicia y bienestar.

Es el mismo sentido por el cual el Eterno nos juzga de acuerdo a nuestros actos y nos recompensa con justicia de acuerdo a ellos:

«Él retribuye al hombre de acuerdo con sus obras, y hace que cada uno halle lo que corresponde a sus caminos.»
(Iyov / Job 34:11)

El Eterno, con Su Amor infinito nos puede proveer de TODO, todos los bienes y gozos sin esfuerzo de nuestra parte.
Pero con Misericordia no lo hace, pues lo que obtendríamos sería «pan de vergüenza», tal como lo denomina la Cabalá. Un alimento que seguramente nutre el cuerpo, pero que deja el ánimo abatido, por sentirse humillado, inútil, totalmente dependiente de un Otro.

Piénsalo, ¿cómo te sentirías si tienes todas tus capacidades en perfecto estado, tienes edad de trabajar y recibir tu paga, pero en vez de eso alguien te da absolutamente todo lo que precisas, sin necesidad de que hagas absolutamente nada?
Quizás al principio estarías feliz, pues supongo que es agradable la satisfacción completa, tal como el feto en el útero materno. Tiene todo, no hace nada. Es una especie de paraíso…
Pero, prontamente esta satisfacción de los sentidos materiales se ve ofuscada por una insatisfacción de los sentidos espirituales.
Está en la esencia humana el actuar, el ser creativo, el asociarse en la obra de perfeccionar al mundo. Es un instinto espiritual muy profundo, al que conocemos como «ietzer hatov».
Esta faceta se alimenta laborando positivamente, cumpliendo con los mandamientos, desarrollando nuestras facultades potenciales para el bien, asociándose con el Eterno.
Y, si nos vemos impedidos de manifestar esta esencia positiva, el ánimo decae, se pierde el interés; de pronto, el paraíso «terrenal», se percibe como oscuro, pesado, angustioso.

Así pues, tenemos en la vida que ocuparnos de nuestras necesidades: físicas, emocionales, sociales, intelectuales y espirituales.
Debemos hacer nuestra parte, para sustentarnos y ayudar a otros a hacerlo.
Y cuando llegue el momento de recoger lo sembrado, cosecharemos con gozo y canto.
Porque el beneficio real se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado.
Podemos hacer el esfuerzo, trabajar para conseguir nuestras metas, tener el pensamiento y la actitud positiva, pero no somos los que controlan el resultado. Por tanto, el Eterno no nos juzga por resultados, sino por lo que hemos realizado para conseguirlo.

Para finalizar te dejo una pregunta, que espero puedas responderte:
¿Cuál es el mayor grado de solidaridad que puedes hacer por ti mismo?

¡Te deseo a ti y a los tuyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Qué sepamos construir shalom!

Moré Yehuda Ribco

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